Había nacido Ángeles y
estábamos con aquellas preocupaciones, cuando avisaron que mi hermano tenía que hacer la “mili”. Era lo normal en aquel año
de 1956, cumplía 21años. Lo que no era tan normal fue que desde el Estamento Militar
empezaran a llegar a casa requerimientos. Los papeles de Isidoro no estaban
legales. Menuda movida se formó.
Resulta que mis padres estaban solo casados
por lo civil en 1935. En esos papeles mi hermano Isidoro, para las autoridades
militares que guardaban la dictadura y le moral católica de todos los españoles,
rezaba como hijo de soltera. Y claro,
tampoco le servían ni el bautizo, ni la comunión. Era un paría. Sin padre ni
hermanos. No éramos católicos
Vamos,
que mis padres se tuvieron que casar por la iglesia a toda velocidad, así como
Isidoro ser bautizado y comulgado dentro de la iglesia y acompañado de padrinos
y demás familia. Mi hermano, el pobre,
estaba que se moría de la vergüenza.
Y
todo eso para cumplir con un deber, que tuvieron todos los jóvenes hasta 1984. Mi hijo en ese año
salió exento a los 18 años, porque fueron los años del babi boom, por la gran
cantidad de muchachos en edad de ir a la mili, que había en España
Una vez cumplidos los requisitos, el Estamento
Militar le permitió cumplir su compromiso con la patria en Tetuán, (Marruecos).
Allí se pasó los 21 meses que le concernían. En tanto tiempo, él escribía y nos
mandaba preciosas fotografías de ese país, cuyo personaje central era él. ¡Qué
guapo estaba!, lo mismo con chilaba y fez que vestido con el traje de fiesta de
Regulares, que era su regimiento. Era un hombre de gran prestancia física, y
fíjense que digo hombre, porque en aquella época, a los 21 años, la
responsabilidad se denotaba en su rostro y en el ademán de las personas, y
viendo aquellas hermosas fotografías nadie hubiera dicho qué chico tan
atractivo, como diríamos ahora, sino que hombre.
Mi
madre, la pobre, se le iluminaban los ojos, en cuanto se recibía carta de Marruecos.
¡Saber de su hijo mayor! Tener noticias suyas era el mejor regalo que podía soñar.
La carta venía abultada, siempre mandaba alguna fotografía. La fotografía era
uno de los negocios que mi hermano emprendió
durante aquellos casi dos años, lejos de casa. Para ganar un poco de
dinero, porque les hacían pasar mucha hambre, decía él. El otro era el té. Contaba con todo lujo de
detalles en qué latas hervía el agua,
que té compraba disfrazándolo de primera marca, y cómo para colarlo utilizaba
un calcetín viejo. Y lo contaba con una cosa, que nadie se lo creía del todo.
El caso es, que a nosotros recibir noticias de
mi hermano, era como estar escuchando las fabulas de un gran cuentista. Menos
para mi madre, que se creía aquello del hambre y se ponía como una furia. ¿Para
eso se lo han llevado tan lejos, nada menos que a Marruecos y con aquellos
salvajes? ¿Pero no os habéis fijado en las caras de la guardia de Franco?
Añadía con grandes espavientos.
Y
allí estábamos todos convenciéndola. Pero Madre, no le has visto en la foto.
¡Fíjate!, no ves lo guapo que está, anda mira la foto, está bien, y se guasea
de nosotros. O no te acuerdas de la anterior, también te asustaste y después te
reías encontrando la traca que nos quiere vender Isidoro en sus cartas. Además,
madre si ya solo le quedan seis meses. Calla, calla, decía ella, sin dejarse convencer, que aun no
está aquí y le puede pasar de todo, decía mi madre alejándose de nosotros, que
releíamos las cartas, y el pequeño Mariano preguntó ¿creéis que el calcetín
estaría sucio? Anda so guarro, pues solo faltaba que colara el té con un
calcetín sudado de cruzar el desierto.
Y
las carcajadas se escuchaban por toda la casa. Sí, contado desde esta altura en
el tiempo, la mili de mi hermano mayor fue un gran acontecimiento para
recordarle a través del tiempo.
Quirón
No hay comentarios:
Publicar un comentario