Aquella tarde se volvió un sueño,
fue
mover la vista y surgió,
como
si fuera un milagro,
pero
era real, estaba allí.
Intentaba
andar y las piernas no se movían,
quise hablar y
no salían las palabras,
pretendí mover
la cabeza,
pero la vista
estaba clavada en ella,
quedé
petrificado ante sus ojos.
No pude saber
el tiempo que pasó,
cuando recobré
la razón,
mis pasos no
eran firmes,
pero comencé a
acercarme.
Le tendí la
mano temblorosa,
ella temblaba
también,
las palabras
no salían de nuestras bocas,
pero
comenzamos a caminar juntos.
Poco a poco se
pasó la timidez,
las palabras
afloraron,
y entre risas
y miradas se borraron las nubes,
que unos
minutos antes,
nos dejaron
aturdidos por un tiempo.
Trotamundos
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