sábado, 25 de abril de 2015

Las palabras mutiladas




       Para los amantes de la lengua castellana, los que rebuscan en el diccionario palabras que expresen un bello pensamiento, que exprimen todo su conocimiento por escribir una línea, un párrafo o un escrito en el más puro castellano, tan rico en acepciones, sinónimos, adjetivos verbos y, sobre todo un rico vocabulario, cuando leemos en el móvil un mensaje (Wassap es su anglicismo) y vemos el destrozo de palabras que, por ahorrar tiempo y espacio, escriben los jóvenes de ahora, nos preguntamos qué futuro tiene nuestro idioma.

       A mi, particularmente, me encanta describir una emoción, un sentimiento, un objeto o cualquier cosa, recreándome en complementos directos, indirectos, circunstanciales, para dar más énfasis y crear más lírica en cualquier escrito que se me ocurre. Nunca he querido perder la escritura como medio de comunicación entre personas. También una buena conversación, que no sólo es un intercambio de opiniones y conocimientos, si no que también usas y observas el lenguaje corporal en ti y en los demás. Captas segundas intenciones en lo que dicen, en cómo lo dicen y en lo que no dicen. Todo esto lo vamos a perder. Ya no hay más que móviles, callos en los dedos de tanto teclear y una soledad aunque estén rodeados de multitud de otras personas.

       Yo no podría decir a otra persona “t q x q m gts”, esa frase inexpresiva, fría y mutilada que encierra una declaración de amor. Hay tantas palabras bellas que se podrían decir y que, además, llevan algo de ti encerrado en ellas, que transmiten tus más internos sentimientos, que se las ofreces a la otra persona como prenda de tu amor hacia ella.

       Cuando observo una reunión de chicos jóvenes, que no se miran unos a otros, que agachan la cabeza como señal de sumisión ante su nuevo amo, que no hablan entre ellos, y así hasta que se marchan, me pregunto a donde vamos a llegar. Antes, no había tantos medios de comunicación como ahora y había que esforzarse en escribir cartas, donde contabas todo lo que te pasaba y todo lo que sentías. Aunque fuera con poca cultura y faltas de ortografía estabas deseando recibir noticias de tus seres queridos. Recuerdo unas vacaciones que fui con mi madre, que casi todos los días le escribía una postal a mi novia y que, sé a ciencia cierta la ilusión que le daba que el cartero echase la carta en su buzón.

       Hasta que me muera, pienso seguir escribiendo un “Te quiero”, acompañándolo de todo lo que mi interior sienta por la otra persona, con todas sus palabras, acentos, comas, puntos y demás signos ortográficos de nuestra querida lengua española.


Rabo de lagartija

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