sábado, 25 de abril de 2015

¿Somos dueños de sentirnos contentos?





El abanico de posibilidades está siempre abierto ante nosotros. Cuando somos pequeños no somos conscientes de casi nada. Queremos las cosas inmediatas: Quiero un Chupa-Chus. Dependiendo de qué te portes bien o no, te lo compran. Más tarde te hacen los mayores las reflexiones pertinentes; ten cuidado, si comes azúcar los dientes se te pican. Y efectivamente, todas nuestras acciones tienen unas consecuencias. ¿Cómo saber en cada momento elegir? Difícil es.

Conforme vamos creciendo, se van abriendo caminos y tenemos que ir explorándolos. Cada uno de nosotros tenemos nuestra manera de enfocar cada situación. La educación que hayamos recibido de pequeños, nos influirá de alguna manera en nuestras vidas. Si hemos sentido una fuerte represión por parte de nuestros padres, nuestro comportamiento, por lo general, no será tan alegre y espontáneo como es de desear. Si nos ha faltado cariño, esto puede ser nefasto para nuestra estabilidad emocional y haremos lo que esté a nuestro alcance para obtenerlo, aunque tengamos que sacrificar parte de lo que somos y mostrar sólo lo que los demás desean. Esto no funciona, pues entramos en conflicto con nosotros mismos. En cada uno de nosotros, existe un niño pequeño. Alimentarlo de ilusión y liberarlo de tanta rigidez, hacer cosas que nos sirvan solo para pasarlo bien, por placer de disfrutar como los niños cuando juegan, sería un ejercicio estupendo para soportar tantos problemas de estrés, que la vida y la sociedad nos ha impuesto.

Otros problemas muy importantes son los de la salud. Suelen ser los más duros de sobrellevar. El trabajo, el dinero ¡cómo no! También cuántos quebraderos de cabeza dan las relaciones humanas, de pareja, de padres e hijos, hermanos, etc.

A veces hay que mezclar todas estas situaciones,  hacer un coctel y beberlo a sorbitos muy pequeños, transformando lo amargo en dulce y así sentirnos un poquito mejor. No felices, pues este estado solo es posible sentirlo a ráfagas, como el viento. Hay algo que sólo es nuestro, que nos pertenece: Nuestra actitud ante la vida y nuestro pensamiento. Alimentarlo de la manera más sencilla, no crearnos expectativas que no estén a nuestro alcance; respetar a los demás sin caer en servilismos y tratar a los demás como quieres que te traten a ti. Podemos tener una lista, pero aún así, creo que no existe ninguna fórmula mágica que podamos seguir para no hacernos daño.

         Somos humanos, por lo que nos dejamos arrastrar por pasiones insospechadas. Sentirnos vivos, luchar por las cosas que creemos, hace que nos sintamos mejor.

Hay algo de suma importancia, el cariño que damos y recibimos es lo mejor que podemos tener, sin olvidarnos nunca de querernos a nosotros mismos.

Hace poco me quedé con una frase que me gustó mucho, En la vida, no se trata de sobrevivir a la tempestad, sino de bailar bajo la lluvia.


BELADES

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