Siempre pensé que los
árboles de tronco grande y fuerte nunca podían perder sus hojas. Las veía tan
pegadas a las ramas, llenas de esplendor, que nada las podía mover. Ni el viento de la primavera, ni una
nevada copiosa de invierno; y nunca se podrían secar en verano, si el riego entraba
en sus raíces como una baba blanca de energía.
Así fui observando que
en mi jardín uno de los árboles me saludaba por las mañanas cimbreando sus
ramas, que poco a poco se hacían mas grandes, despertando olores. Fueron
creando en mis sentidos una algarabía de emociones que disfrutaba intensamente.
Todo giraba sobre mi
cabeza con tanta calidez que, mi vida se
ha condicionado a cuidar de mi árbol, ¡¡tiene que estar siempre sano¡¡, que las hojas cambien de color libremente,
que disfruten de los cambios al aire libre.
¡OH sorpresa! Esta
mañana he visto cómo una de esas hojas, saltaba tímidamente pero con ilusión. Creo
que buscaba otro jardín donde formar su árbol. Así fui viendo que algunas hojas
más, también buscaban jardín donde vivir
sueños nuevos y disfrutarlos con otros árboles.
Yo sigo cuidando mi
árbol, que siempre está firme y sano, sigue saludándome todas las mañanas. Las
hojas que le faltan han creado una
nueva arboleda, donde pasean mareas de agua fresca.
VIRPANA
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