viernes, 1 de mayo de 2015

La bombonera





         Durante toda la semana los medios de comunicación anunciaban la apertura de un nuevo centro comercial. Según la propaganda de los promotores, el nuevo centro que abría sus puertas, no sólo contaría con las tiendas de siempre, si no que lo habían dotado también de zonas de ocio, donde dejar volar la imaginación en apasionantes aventuras para toda la familia, y cuyo objetivo era que todos pasaran un día inolvidable.

         Atraídos por este reclamo, y no teniendo nada programado para el fin de semana, decidimos toda la familia ir y comprobar si era cierto todo lo que se ofrecía en la propaganda. Después del desayuno cada uno se preparó su mochila, y cuando todo estuvo listo, salimos de casa con dirección a donde estaba aparcado el coche, y una vez allí nos acomodarnos cada uno en su asiento, dejando a la abuela conmigo en la parte delantera, para salvarla de las posibles travesuras de los niños durante el viaje. Una vez que estuvo todo listo, emprendimos la marcha.

         El recorrido transcurría sin incidentes. Todos íbamos atentos para no pasarnos de la salida que debíamos tomar, y enlazar con el desvío que marcaba la flecha para llegar al nuevo centro. Después de recorrer varios kilómetros, llegamos al punto que indicaba el cartel anunciador, y tomamos el nuevo camino. Apenas habíamos recorrido unos metros cuando nos vimos atrapados en una caravana de coches, que no tenía fin. El tiempo transcurría y apenas avanzábamos. Los nervios empezaron a aflorar dentro del vehículo, y los más pequeños empezaron a pedir ir al baño. Como pude, convencí a los niños diciéndoles que ya estábamos cerca.

         Mientras el coche proseguía su marcha, empecé a preguntarme si merecería la pena pasar aquel Vía Crucis, con lo que íbamos a encontrar allí dentro.

         Cuando los nervios nuevamente amenazaban con salir a flote, apareció frente a nosotros el centro comercial, y el motín a bordo se convirtió en un suspiro de alivio.

         Los organizadores del evento habían cubierto toda la construcción con papel de brillantes colorines, dándole la apariencia de una gran bombonera, con un gran lazo que animaba a tirar de él, y dejar al descubierto los bombones imaginarios que llenaban su interior.

         Cuando por fin dejamos aparcado el coche, no sin dificultad pues los aparcamientos estaban a tope, nos encaminamos hacia la entrada dispuestos a descubrir el interior de la bombonera.


Iris



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