Siento
el corazón tranquilo, como las aguas del mar cuando están en calma; como el
amor reposado que ya se ha liberado de las turbulencias de las pasiones; como
el hombre en su senectud, lejos ya de la juventud en que todo era vigor y bravura;
como la mansedumbre del toro cuando está pastando, el sosiego de la noche
alumbrando la luna, la vistosidad y belleza de las flores que te llenan los
sentidos de bienestar; como el cráter cuando devuelve lo que lleva dentro y se
queda tranquilo; como el animal acorralado y, que por fin, recobra su libertad;
como la placidez que da ver los frutos en el campo; como la paz que siente el
niño dormido en el regazo de la madre.
Así me
siento yo en estos momentos. Con un sosiego interior que me tranquiliza. Todo
esto el algo que siempre estuvo ahí, pero pasamos de puntillas sin echar la
vista atrás y ahora, en este momento de mi vida, tengo el corazón sereno,
sabiendo separar lo que no me aporta nada en el camino hacia la felicidad.
Cuando
cumples años, te sientes más seguro de lo importante que es escoger, entre todo
lo vivido, aquello que llene tu vida, que no siempre son cosas materiales. Hoy
me siento repleta de pequeñas cosas que me satisfacen profundamente, y dio
gracias a Dios por tener la oportunidad de haberlo descubierto, cuando aún
tengo tiempo de poder rectificar.
Blanca
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