Manuela caminaba despacio por la orilla de la playa,
desierta a aquellas horas de la noche. Bajo sus pies percibía el cosquilleo de
la arena, al tiempo que le llegaban los sonidos de la noche y el mar le ofrecía la imagen de la luna
dejando su luz sobre sus aguas, creando así imaginarios pececillos plateados,
que juguetones saltaban sobre las olas antes de llegar a la orilla.
Durante un tiempo se
quedó mirando la unión del mar con la luna y el camino que se abría desde la
orilla hasta el horizonte, donde la luz se hacía más intensa. Cerró por un
momento los ojos para guardar en su mente la imagen, cuando de pronto sintió en
sus pies la caricia del agua. La sorpresa se dibujó en su rostro. No sabía cómo
había comenzado a caminar por el sendero que se abría sobre las aguas. Con la
sorpresa aun reflejada en su rostro dio media vuelta, buscando un lugar donde
poder hablar y escuchar las voces que le llegaban de su interior. Sus pasos se
encaminaron hasta unas rocas próximas al lugar donde se encontraba. Una vez
allí miró a su alrededor. En aquel lugar reinaba el silencio, que era roto por
las pequeñas olas que llegaban a la orilla. Sin dudarlo un instante se sentó
sobre la arena, con la mirada perdida en la distancia, al tiempo que los
pensamientos se iban alineando en su
mente y, como si de una margarita se tratara, los fue dejando sobre la arena,
sintiendo cómo el alma se aligeraba de peso y se dejaba vencer por el ensueño.
Y sus sueños se llenaron de imágenes casi
olvidadas, que se mezclaban con el susurro de las olas al romper sobre la
playa.
Cuando abrió de nuevo los ojos, pensó si todo
aquello había sido fruto de su imaginación, pero al mirar la arena, vio los
pensamientos escritos en letras invisibles sobre ellas.
La mujer espero un tiempo antes de iniciar en
camino de vuelta. Volvió de nuevo la vista a las tranquilas aguas. Después, muy
lentamente, los fue recogiendo uno a
uno depositándolos de nuevo en su mente. Cuando hubo terminado
se puso en pie y comenzó a caminar, de regreso hacia las luces que la llevaban
hasta las primeras casas. Atrás quedaban las huellas de los pensamientos
descansando sobre la arena.
IRIS
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