Hoy me he levantado y he mirado por la ventana. Un
cielo encapotado, gris y húmedo. Los árboles se cimbrean con el soplo de un
viento gélido. Paraguas y prisas por las calles y limpiaparabrisas como
diapasones, de un lado a otro de los cristales. Noto que cada día amanece un
poco más temprano y la luz vespertina dura también un poquito más.
No estoy seguro, pero creo que ayer vi
a una pareja de urracas que traían en el pico unos palitos y los iban trenzando
entre las ramas del platanero que da a mi ventana. También recuerdo que al
pasar por el parque, me llamó la atención la cantidad de patos, del lago
cercano, que nadaban en el estanque, como buscando un lugar idóneo para traer a
su pareja. Los prunos y los almendros, que atrevimiento, se han puesto sus
galas coloridas como si celebraran una fiesta. El resto de árboles del parque,
se desperezan de su letargo y asoman en sus ramas los nuevos brotes, como patio
de vecinos con todas sus ventanas abiertas.
Desde hace unos días, parece como si mi
piel se resecase y me produjera sensación de picor y desazón. Me visto, con
jersey y chubasquero y voy a comprar el pan. En la calle, la tierra huele a
humedad y a savia nueva. Los loros silvestres están como locos, con sus gritos,
llamándose unos a otros. Los veo en las ramas en parejas, con su bronca
habitual. Los jardines huelen a mantillo. ¡Qué asco! La cantidad de excrementos
de perro que se ven en las aceras. Tienes que ir mirando al suelo y sortearlas.
Qué poca conciencia tienen los dueños de estos animales. En el parque existen
unos espacios dedicados a las fieles mascotas, para que hagan sus necesidades
fisiológicas.
Ya huele a pan recién horneado, Hay
cola para comprarlo. ¡Qué será el pan! Harina, agua, sal y levadura, forman
parte de nuestra cotidianeidad, y sin él no seríamos felices. Pasteles, bollos,
tartas y… torrijas. ¿Tan pronto? Todavía me estoy comiendo los polvorones que
sobraron en Navidad. ¡Juventud, qué pronto te has ido! El tiempo es imparable.
No descansa, no se detiene, no da tregua.
Llego a casa, meto el paraguas en la
pila, cuelgo en el baño el chubasquero, me pongo las zapatillas de casa, y le
pregunto a mi mujer si ha llamado alguien. Han llamado los nietos y han
preguntado por mí. Le han contado a la abuela que en el colegio les han dicho
que acaba de entrar la primavera. Bendita sea.
Rabo
de lagartija
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