sábado, 17 de enero de 2015

Sí se puede ser feliz






      En el valle se crió,
la hierba seca fue su cuna,
sus juguetes, las piñas, las calabazas,
correr tras las gallinas,
revolcarse con el perro,
abrazar a los corderos.
Sentarse en la piedra del musgo verde,
era su tobogán.
Contar estrellas le hacía dormir,
Y las aves le despertaban por la mañana.

        Sabía la hora de cada momento,
pero no tenía reloj,
su palo de mimbre y el sol hacían el resto,
el canto de las aves silvestres
le anunciaban la llegada de las estaciones,
las pieles de las reses,
le servían de vestimenta,
los reptiles para él eran un juego,
los esperaba para cazarlos,
y el sol le ponía la piel dorada.

        Su casa eran dos piedras juntas,
cubierta de ramas y pieles secas,
su colchón de espuma
eran las pajas de hierbas secas,
también de helechos y de castaños,
y de tomillos y de cantuesos,
y su pijama no era de seda,
su piel rozaba las rudas pajas,
sus zapatos de charol
eran cosidos de piel de gato.

        Jamás hizo daño a nadie,
jamás robó a nadie nada,
nunca conoció otro mundo,
siempre su casa, su cueva,
sólo habló con cazadores
en contadas ocasiones.

        Su corta familia era su tesoro,
su vida era el campo,
también el ganado,
la cueva era el todo, la vida y la muerte,
morían de viejo, morían de frío,
morían siendo felices, sin tener nada.


Trotamundos

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