Tengo momentos en mi vida que recordar. Me
hace volver a mis años de niñez, y esta ruleta que va dando vueltas, se para en
tantos recuerdos que en mí permanecen grabados, y no puedo olvidar cosas buenas
y menos buenas, pero que hoy, con el paso del tiempo, veo que me han servido
para saber estar en la vida, y valorar con objetividad a las personas.
Y
volviendo a mis años de niñez, hoy veo con sorpresa que no fueron tan amargos
como siempre pensé. A pesar de las penurias económicas que teníamos, me viene a
la memoria lo que para nosotros, eran las Navidades. Lo vivíamos con ilusión,
porque en esos días, a pesar de que la economía estaba mal, mis padres se las
apañaban para que no nos faltaran las cosas típicas de la Navidad , como el turrón y
el mazapán. Algo que para nosotros se salía de lo normal. También recuerdo con
ilusión que, por las noches, hombres del pueblo pasaban por las calles tocando
panderetas y zambombas, al tiempo que los chiquillos iban de casa en casa
cantando villancicos, y ponían la pandereta para que se les diera la propina.
En el sentido religioso, también vivía esas fiestas con alegría. Soy una
persona practicante, y loo hacía con devoción.
Pero si económicamente mis padres sufrieron
por no poder darnos todo lo que necesitábamos, emocionalmente tuve todo lo que
un niño debe tener, mucho cariño y respeto. Ilusión nos sobraba, porque mis
padres nos decían que era algo pasajero, y cuando fuéramos mayores, viviríamos
con más holgura, ya que nosotros podríamos trabajar. Tengo que decir que mi
padre estuvo muchos años enfermo y, debido a ello, tuvo que estar mucho tiempo
en cama, lo cual le imposibilitaba para trabajar.
Recuerdo
que nos acercábamos a los pies de la cama, y nos contaba su vida y relatos de
hechos históricos. Parece que estoy viendo a mis hermanos y a mi, acurrucados junto a él, escuchando lo
que nos decía, y empapándonos de lo que salía de su boca. Siempre estábamos
contentos con lo que la vida nos había deparado. En nuestra corta edad no
podíamos pensar que el mundo podría ser más igualitario, si los que rigen la
sociedad se lo propusieran.
Efectivamente,
pasados los años, las cosas se normalizaron y nuestra economía fue a mejor. No
boyante, pero más equilibrada y sin tantas estrecheces, siempre con optimismo.
Cada cosa que se conseguía, era como un regalo que nos hacíamos nosotros
mismos. Así pasó el tiempo, y mis hermanos y yo construimos nuestro propio
techo a fuerza de sacrificios, apoyados en los valores que nuestros padres nos
dieron. Hoy nos sentimos orgullosos de haber sacado una familia adelante. Sin
las dificultades que nosotros tuvimos, les hemos dado unos estudios para que
puedan defenderse mejor en la vida.
Siento
satisfacción por el deber cumplido y pienso que, sin las enseñanzas de mis
mayores, nunca lo habría logrado. Para mí, el bienestar económico no es lo que
más me compensa, sino las vivencias que he tenido a lo largo de la vida, que
son las que te ayudan a madurar y a ser mejor persona.
Blanca
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