Golpeé la puerta varias veces y no la abrieron. Nunca
imaginé que eso me pudiera ocurrir con esa persona, que era de mi total
confianza. No podía pensar que alguien, por quien yo hubiera hecho todo lo que
me hubiese pedido, se comportara de esa forma. Mi pensamiento voló a cosas
pasadas para recordar qué tanto de mal hice para recibir este comportamiento
que no creía merecido. Por más que busqué, no logré encontrar justificación a
ese desprecio. Me planteé si seguir con esa relación, o darla por terminada.
Después
de todo, para qué sirve una amistad que, cuando te encuentras en momentos
amargos de tu vida, y necesitas a alguien en quien confiar, no te abre la
puerta. Tras mucho pensar, supe que no sería bueno para mi seguir ese camino,
porque soy una persona que no puedo dejar mis afectos por mucho que me hagan
daño. Procuro encontrar sensaciones positivas para seguir adelante.
Pero
tengo momentos que me pregunto a mi misma ¿por qué alguien que se supone te
quiere, te rechaza así? Llego a la conclusión que no quiere involucrarse en tus
problemas. Pero entonces, yo estaba engañada porque creía que la amistad era
recíproca, y no sólo de una parte.
Por
supuesto, cuan do te viene un problema no quiere decir que los demás tengan que
estar al cien por cien contigo. Para nada pretendo eso. Pero sí saber que
tienes un apoyo en los momentos que desfalleces y te encuentras sola. Lo que
menos esperas es su silencio.
Creo que
esta postura al final perjudica a la persona que lo vive así. Por mi parte sigo
creyendo en la amistad como un valor a tener en cuenta.
Blanca
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