Soy de un pueblo de la Comunidad de Madrid, en
el cual he vivido prácticamente toda mi vida. Recuerdo con nostalgia cuando era
niña, aunque no disponíamos como ahora de tantos inventos para poder jugar.
Pienso que tanto mis amigas como yo éramos felices, creativas. Cuando salíamos
del colegio nos reuníamos todas y como no teníamos juguetes, íbamos al campo a
buscar trozos de platos rotos y todo lo que encontrábamos, para hacer casitas,
y así pasábamos la tarde. Cuando llegaba el fin de semana, era algo especial.
Nos poníamos el vestido, que llamábamos de los domingos, nos juntábamos en el
parque y nos contábamos historias que habíamos escuchado de los mayores.
Cuando
ya era un poco mayor, en el pueblo pusieron unas fuentes, para poder coger agua
potable para beber, algo que hasta entonces no teníamos. También recuerdo con
ternura a niños que, en la puerta de su casa, echaban migas de pan para que se
las comieran los pájaros.
Al
estar escribiendo todo esto, siento que el tiempo que me tocó vivir tuvo mucho
de positivo. Creo que me enseño a valorar más las cosas, como la amistad, el
compromiso, el compañerismo. Porque al carecer de una economía boyante,
nuestros mayores nos enseñaron valores muy necesarios, que a lo largo de
nuestra vida íbamos a necesitar.
Blanca
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