Un chispazo de idea en tu cerebro puede dar lugar a
una gran novela. La inspiración es efímera, tardía, se hace de rogar la mayor
de las veces. No se debería escribir por obligación si no por placer.
Los grandes escritores de la historia, hasta
nuestros días, han estado en posesión del don de saber lo que quieren escribir
y cómo lo escriben. Muchos de ellos alcanzaron la fama a posteriori. Hoy en
día, no sólo hay que crear un buen relato para que llegue al gran público.
Tienes que tener a tu alcance varios parámetros: Ser ya un consagrado en la
materia. Tener conocimientos editoriales que se hagan cargo de su publicación.
Contar con medios de comunicación que lancen tu obra al mercado. Y, lo más
importante, tener un respaldo financiero para asumir todos estos costes.
Hoy se escribe sobre
cualquier tema. Siempre hay un público al que le puede interesar esa materia
aunque sean minorías. Desde temas vanguardistas a los históricos. Novela negra
a la romántica. Temas sociales, psicológicos, espirituales, pedagógicos,
religiosos, surrealistas, graciosos, poéticos.
Muchos de estos creadores
literarios llegarán al final de su carrera sin pena ni gloria. Otros, con una
sola obra serán conocidos. Les quedará
el hándicap de mantenerse en la cresta de la popularidad con nuevas creaciones
que estén a la altura de la primera. Un trabajo bien hecho requiere mucho
tiempo de planificación, búsqueda y estudio de datos y conocimientos sobre la
materia que se escribe. A todo esto hay que sumarle sinsabores, bajones de
ánimo y, sobre todo, una gran imaginación y fantasía para que lo que escribes
no se quede en un aburrido relato de unos hechos y cobre vida propia que
transmita sensaciones y emociones al futuro lector.
Si eres capaz de lograr que
todo lo antedicho se haga realidad, que la suerte te acompañe.
Rabo de lagartija
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