Máximo
llevaba casi un litro de agua bebido cuando le llamaron por su número para
hacerse una resonancia magnética. Se desnudó quedándose únicamente con la ropa
interior, se puso la bata “culo al aire” que le habían dado y le hicieron
tumbarse boca arriba en una máquina tubular que iría pasando por su cuerpo con
un movimiento de rotación y de traslación y fotografiaría todo su abdomen.
Ayer
habían sacrificado al gato “pezuñas”, que ya tenía muchos años y la enfermedad
se apoderaba de él y le hacía sufrir. El veterinario propuso ponerle una
inyección que le quitaría rápidamente los dolores y se dormiría para siempre.
Puso
los brazos estirados por encima de la cabeza para que la vía que tenía puesta
no saliese en la resonancia. Por ella le meterían un contraste para ver mejor
el interior de su cuerpo. Las personas que le atendían se salieron de la sala,
al fin y al cabo era una especie de radiación a lo que le iban a someter.
Los
seres humanos tenemos derecho y obligación de padecer dolores y sufrimientos
debido a enfermedades, a veces terminales, hasta que nuestro cuerpo deje de
luchar para sobrevivir y la paz de la muerte nos de el descanso eterno. El
juramento hipocrático y la religión cristiana no contemplan otra forma de despedirnos
de este mundo.
“Respire
hondo y mantenga el aire en los pulmones sin expulsarlo”. La máquina empezó a
girar y a pasearse desde mi cintura hasta el cuello. “Suelte el aire y respire
normalmente”. Así, tres veces. Le avisaron que cuando el contraste entrara en
vena, tendría sensación de frío.
Hoy
por hoy existen los cuidados paliativos, que algo tranquilizan al paciente,
llevándolo a una semiinconsciencia, en la que no siente dolor. Sin embargo, hay
enfermedades que ponen fecha de caducidad a tu vida o te tienen en un estado
vegetativo en el que ni sufres ni padeces, pero tampoco tienes una calidad de
vida. Enfermedades mentales que te hacen vivir en una irrealidad en la que no
conoces ni recuerdas tu vida como ser humano y partícipe de una sociedad.
“Puede
levantarse y vestirse y ya le dirán el resultado en la consulta”. Una sensación
de atontamiento hasta que su cuerpo recuperó la estabilidad, le llevó hasta la
cafetería para tomar algún alimento ya que había estado en ayunas desde algunas
horas antes de la cita.
Máximo
reflexionó sobre los pensamientos que había tenido durante la prueba y llegó a
la conclusión que, si después de esta vida hubiese una reencarnación, le
gustaría ser un gato.
Rabo de lagartija
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