La frustración la ahogaba. Aferrándose en la
dulce resonancia. Trastornada, se sentía acosada. Los sueños tormentosos,
furgones apiñados de jadeantes ancianos, soportando su mirar sumiso, esa mirada
con tacto que sugiere cuidado sin fin.
Avanza
cuidadosa apoyándose en el vellón volandero de la niebla.
Va
insistiendo sobre objetos como si pudiera apoderarse de ellos.
Ese
vehículo era el hada madrina, la salvación, una especie de asidero a la vida,
mas el hada esperada llegó y aquellos seres sedientos de amor, sometidos a
secular predestinación, hueros, transidos, transportados en furgón, sometida
su dignidad en aras de la economía de
mercado.
El
rigor se quebranta tormentoso, ancianos aquejados, lacerados, transferidos a
sus hogares sin escuchar la ética del dolor.
Nuestros
ancianos son nuestras raíces y además nuestra mejor memoria.
Somos
su sangre, su vida nos han traído hasta aquí, en esta vida en la que no
encajan. Su rigor se quebranta de
inquietud, también la nuestra.
Abocados
a un misterio indecible son nuestra mejor memoria, la marca de la disciplina
que nos arraiga a la Tierra.
QUIRÓN
No hay comentarios:
Publicar un comentario