Porque fuiste abuela en las largas ausencias de mis
padres, cuando yo era pequeño y la casa era grande;
porque fuiste ternura, cuando necesite una caricia
y un abrazo que valga;
porque fuiste calidez, cuando en la mañana fría me
cobijaba en tu cama;
porque fuiste
música, mientras practicaba en el piano
y tú en tu mecedora me escuchabas;
porque fuiste verano y vacaciones y Navidades,
cuando tu casa de piedra nos recibía alegre junto al mar;
porque fuiste dolor, cuando peleaba con mis hermanos
y consuelo con tu
palabra sanadora y dulce;
porque también fuiste tristeza, cuando tus pupilas
verdes reflejaban soledad;
porque fuiste
generosa con tu tiempo y tus bienes, y
fuiste mi
refugio cuando la vida fue dura;
porque fuiste poesía,
cuando te escuche con pasión
y luego te leí mis primeros poemas;
porque me diste sueños, cuando aun no soñaba, y
alas cuando aun no volaba;
porque me enseñaste que el amor siempre comprende,
siempre persiste y siempre perdona, que un día
con amor es infinito y una eternidad sin amor no es nada.
Gracias, oma, porque me diste la serenidad y
la calma, y el placer del silencio cuando la mirada
acompaña.
Gracias por el niño que fui y el que siempre vivirá en mi
interior,
y por mostrarme, hoy
como ayer, que las lagrimas
bien vertidas nos limpian y embellecen el alma.
Quirón
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