En una ocasión en un grupo de lectura nos dijeron que
escribiéramos recuerdos de la infancia, sensaciones, lugares, olores y esto es
lo que a mí se me ocurrió.
Cuando yo tenía seis años la casa de mi abuela me daba
miedo en general pero había algunas cosas que me llamaban la atención.
La llave que era muy pesada y mucho más grande que mis
manos, la puerta que por la parte de abajo era de madera pero la parte de
arriba era de cristal, y por la noche se ponía un tablero.
Se subía un solo escalón y entrabas al comedor, donde
estaba la tele, una mesa redonda y silla, mi abuela nunca tuvo un sofá.
Del comedor salía un pasillo largo en el que había dos
habitaciones a la derecha, cada una con dos camas pequeñas y sin ventanas, al
final del pasillo había que subir otro escalón y se llegaba a la cocina,
exageradamente grande en contraste con el resto de la casa. Había una ventana
muy grande y debajo una pila blanca en la que siempre descansaba una tabla de
madera de lavar. Mi abuela nunca tuvo lavadora. La cocina era de carbón.
El retrete estaba afuera en un patio, por eso no era
raro ver algún orinal debajo de la cama.
Pero lo que me daba miedo era una trampilla que había
en el techo del pasillo cerrada con un candado. Nunca vi subir a nadie pero en
mis sueños bajaban monstruos y subía yo, que debía tener mucho interés en saber
que había allí. Cuando pregunté por aquella trampilla mis padres me dijeron que
era el “sobrao”, y a partir a ahí se convirtió en un juego imaginar poder subir
y ver qué había. Nunca lo conseguí.
En el patio descansaban unas traviesas de ferrocarril
que hacían las veces de asiento y de
lado a lado del patio las cuerdas de la ropa. Cuando lavaban las sábanas, las
tendían a la mitad y una tras otra de modo que yo empezaba a recorrer las
sábanas por debajo y me llegaba el olor del añil, mientras pasaba de una a
otra, las sábanas blancas y azuladas a causa del añil me trasportaban a un
cielo con nubes. “Era muy feliz”.
Era una casa que me daba miedo, aún así cuando supe
que la iban a derribar me fui despidiendo de cada estancia sin quitar la vista
de la trampilla del pasillo.
Clave de sol
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