No
daba crédito a lo que veían mis ojos. Allí estaba ella con sus lazos azucarados
entre magdalenas, mantecados, galletas. Mientras seguía mirándola, recordaba
que durante años el recuerdo de su sabor seguía vivo en mi mente.
Cuando
llegó mi turno tome el envoltorio donde ella se encontraba y tras abonar su
importe a la dependienta me la lleve a
casa. Una vez en ella la deje sobre la mesa de la cocina. Durante un tiempo
recorrí con la mirada sus curvas azucaradas, pero ella
era diferente a la trenza que
vivía en mi recuerdo.
Sin
esperar más tiempo me lleve un trozo a la boca
para comprobar si despertaba en
mí las sensaciones que había despertado en otro tiempo, pero la desilusión se dibujó en mi rostro.
La
trenza que tenía ahora entre las manos tenía su misma forma. El azúcar cubría
sus trenzados, pero el sabor nada tenía que ver con la recordada trenza del
pasado.
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