La mañana se presentaba
desapacible. María, desde la ventana miraba al cielo, donde las nubes aliadas
con el viento jugueteaban con el sol impidiéndole desplegar sus rayos. Los árboles de la calle balanceaban sus desnudas ramas al ritmo que
les marcaba el aire y las hojas que aún
quedaban prendidas en ellas caían juguetonas al suelo.
En
esta contemplación estaba, cuando su mirada reparó en las jardineras de la
terraza, estas se habían cubierto
de plantas y de ellas las
florecillas desafiantes a los fríos del invierno, florecían y se mantenían
erguidas a pesar del frío y del viento que amenazaba con tronchar su fino
tallo.
María
por un tiempo continuo observando a las florecillas que tenía enfrente, al
tiempo que recordaba cómo había llegado hasta ellas.
Habían
transcurrido varios años desde el día que vio la planta en el jardín de la
vecina del pueblo donde pasaba unos días en el verano. Aprovechando su estancia
allí, decidió pasar a saludarla y
aprovechar la visita para que esta le hablara de la planta de pequeñas
florecillas que había visto a través de
la valla que rodeaba el jardín de la casa.
Después de un rato de hablar del tema y viendo
la mujer lo interesada que estaba, la
invitó a pasar a la parte trasera de la casa donde se encontraban las macetas cubiertas de florecillas de color rosa intenso, al tiempo
que entre las aberturas de las baldosas
del suelo se las podía ver dando colorido al frío mosaico. La vecina animada en
darle toda la información, le explicó que la planta no necesitaba de cuidados
especiales, pues ella misma se ocupaba junto con el aire de expandir sus
semillas que florecerían en invierno.
Desde
entonces, cuando llega el otoño, en las
jardineras de su terraza aparecen los
brotes verdes de las semillas llevadas por el aire hasta la tierra, dando paso
a la planta que durante un tiempo irá
creciendo, hasta que por fin de
sus tallos surgirán las florecillas que
se abrirán y llenaran de color la terraza desafiando al frío del invierno.
Las nubes cada vez más amenazantes cubrieron
por completo el cielo. La lluvia comenzaba a caer sobre el asfalto de la calle.
El viento agitaba las florecillas de las jardineras, pero estas lejos de
rendirse, se dejaban balancear a meced
del viento que las decía: “corre ve y dile”.
I R I S
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