Hoy me he
despertado pronto. Salto de la cama, me pongo el batín y voy al comedor a poner la televisión. La noticia
se estaba difundiendo en todo el mundo.
Habían
encontrado al niño. Estaba donde calcularon que estuviera. Lo sacaron con todo
el cuidado y cariño del mundo. Su espíritu había volado para consternación de
todos a los que, aún, les quedaba un resquicio de esperanza.
Cuando
dieron las primeras noticias del suceso, nadie comprendía cómo podía haber
sucedido tamaño desastre. El azar y la casualidad juntaron el pozo y el niño.
Pero no cualquier niño, uno un poco mayor no habría cabido por tan estrecho
agujero.
El hecho y
el desenlace son horribles. Padres familiares, amigos, conocidos, vecinos y
cualquier persona que haya sabido del suceso, habrán sentido esa punzada de
dolor humano ante tamaña tragedia.
Una mano se
levantó. Detrás de ella otras muchas se unieron a la primera. Todo un mundo de
Fuerzas del Estado, civiles, profesionales, empresarios, trabajadores y un
pueblo entero, levantaron sus manos.
Han sido
días, horas y minutos de angustia. No se han rendido. Han luchado con el tiempo
en contra, la naturaleza tampoco ha ayudado al poner trabas a todas las
predicciones de los artífices de la gran obra civil de rescate que han
organizado. Los mejores en su especialidad no dudaron en dejarlo todo y venir
para aportar su experiencia en las labores de rescate.
En el
pueblo cercano al pozo, viven unos cientos de vecinos. Todos tendrán sus
propias convicciones morales, políticas o creencias. Nada de eso tenía
importancia. A una sola voz han asumido las tareas que faltaban para que los
que estaban prestando su ayuda física tuvieran cama, comida y calor humano.
Dicen que
la unión hace la fuerza y aunque no se haya logrado el objetivo final, devolver
al niño vivo a sus padres, todos tenían claro sus objetivos.
Es una pena
que sea necesario que tengan que ocurrir estos horribles sucesos para sacar la
solidaridad, la empatía, la entrega sin esperar nada a cambio que caracteriza al
ser humano y que tan poco practicamos.
Muchos de
los problemas políticos, sociales y de convivencia humana se resolverían
dejando aflorar esos buenos sentimientos. Hay que aparcar en algún momento el
ego y pensar en el resto de los seres humanos.
Rabo de lagartija
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