Filtrando gota a gota la enorme reserva
del tiempo.
Me sometí renca la voluntad a contrapelo
del gusto.
La inteligencia esclava, las pasiones
segadas en verde.
Observar por prudencia humana, tal fue mi
arte.
 Aceptar 
el credo por molicie me sabía a corrupción.
 Viví a lo hipócrita administrando la seguridad
falsa de haber
 extirpado lo inconfesable. 
¿Ambulancia? No es tal. Furgón de reparto
es.
 El
portón  engulle dóciles seres hambrientos
de amor.
Expuestos, sometidos al espolio secular,
predestinación de las madres de la
tierra.
Feneciendo, calladas, escondidas, difuminadas,
 confundidas con la tierra a la que prestan su
vigor.
Injuriadas, abandonadas. Sometido su
honor en aras del mercado.
Los mercaderes de la opulencia, mudan a
furgones secuenciales,
lamentos quejumbrosos de pálidas y
derrotadas ternuras.
Esparcidas por Madrid  sobre ruedas ambulantes.
La memoria rescatada  sobrevivirá a mi propio espanto.
Sin velas ni incienso a los gemidos del
órgano 
calmarán 
el lamentable efecto.
Quirón

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