Un día cualquiera, te levantas con el
cuerpo dolorido y parece que el mundo se te cae encima, y la necesidad te
obliga a salir a la calle, y es ahí donde está la cuestión.
Te encuentras con Julián, que camina
con dos muletas, y en ese momento te das cuenta que tú eres un privilegiado,
porque no necesitas nada para andar, y lo que necesitas es movimiento y
compañía.
Comienzas a caminar de nuevo, y te
encuentras con una persona conocida desde hace tiempo, y las cosas que te
cuenta de sus alrededores son una pena, y si lo piensas, te pones malo. Ese es
el momento de decir “yo no tengo nada que me preocupe”. Tengo que seguir
adelante y, desde este momento, soy una perita en dulce, pues después de ver y oír
lo que tengo delante, estoy dispuesto a conquistar el mundo.
Los años pesan todo lo que nosotros
estemos dispuestos a admitir. Si nos quedamos quietos somos nuestro mismo mal,
nos da por pensar en cosas que no tienen sentido, y eso nos hunde en la
depresión y el aburrimiento, y queremos que todo esto se cure con medicinas, y
eso no es nada bueno.
Hablemos con todo el mundo de lo que
sea, aunque parezca una tontería, pues hay tonterías que hacen reír y eso anima, que es lo que buscamos.
Trotamundos
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