sábado, 19 de enero de 2019

El retrovisor




            Las luces navideñas que adornaban escaparates y calles se apagaron. Los villancicos retornaron a la memoria, donde  esperarían a ser rescatados al año siguiente. En los hogares retornaba  la calma, después de días de compras, cocinar para los que sentarían a la mesa y  celebrar juntos la  Navidad.

            Una vez pasadas las fiestas quedaba una tarea por realizar. Había que guardar las figuras del nacimiento, el árbol de Navidad y todos los adornos colocados por distintas partes  de la casa. En esta tarea se encontraba Clara cuando descubrió semiculto el sobre entre las ramas ya desnudas de adornos del árbol de Navidad. La mujer tomó la carta que ella misma había dejado para los Reyes Magos. Por unos instantes se quedó mirando el sobre, después cerró los ojos y su mente fue desgranando el contenido de la misma.

            Queridos Reyes Magos:

            Este año me he decidido escribiros mi carta, no para pediros juguetes, ni regalos, sino para deciros que a pesar de los muchos años que ya tengo, cuando llega la noche de Reyes, me viene el recuerdo de cuando siendo niña esperaba con ilusión vuestra llegada. Recuerdo como mi madre, cuando llegaba la víspera de reyes nos mandaba acostar pronto, porque decía, que si estábamos levantados los Reyes pasaban de largo, pero mis hermanos y yo antes de irnos a dormir, salíamos al patio de la casa para ver la paja y agua que ella había dejado para los camellos y el dulce para vosotros.

            También  tengo que deciros, que a pesar del tiempo que ha pasado, sigo recordando el olor del perfume que impregnaba el aire de la noche y que  solo era explicable por la ilusión de vuestra llegada.

            A la mañana siguiente salíamos a ver que nos habías dejado. De agua y de  la paja solo quedaba un pequeño rastro y a su lado el juguete, pero nada que ver con los con los que dejáis ahora, pero para nosotros aquel pequeño juguete se convertía en una gran regalo.
   
            Bueno, creo que me he extendido un poco. El próximo año quizás vuelva a escribiros, pues como os he dicho antes, a pesar de mis muchos años, aún conservo dentro de mí a la niña que cada año cuando se acerca vuestra llegada renueva su ilusión.

            El timbre de la puerta sonó insistente haciendo que Clara interrumpiera sus pensamientos, acaricio de nuevo el sobre y lo guardó con los demás objetos navideños.

            En el aire de la habitación  ella percibía el olor  de la fragancia del perfume de la noche de Reyes.
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I R I S

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