sábado, 19 de enero de 2019

La boca peligrosa de besar





El adjetivo “peligroso”.

Es un adjetivo que pone en vilo  a los sustantivos y desequilibra los verbos.
Y al leerlo, los ojos, claro, se olvidan de la ciencia,
hacen un acto en la lectura y se quedan con la boca.
 Esa boca inconfundible. Adolescente  y eterna.
 La primera boca que de verdad deseaste besar.
 Ese lugar  que te parecía inaccesible.

Que merodeabas con la mirada  vagabunda, la que disimula su obsesión.
Estábamos allí, en el instituto, para aprender.
Y de repente, todo lo que necesitabas saber estaba en esa boca.
Lo clásico y lo moderno. La ecuación y el enigma.
El concepto y la cosa en sí.

 La boca peligrosa de besar lo contenía todo. La Historia,
la Geografía, el francés. Incluso la Religión.
 Había que saberse esas cosas:
“Contra la pereza, diligencia”.
¡Qué bien sonaba “diligencia” en la boca peligrosa de besar!

Parecía una consigna de la Teoría de la Liberación.
En realidad, lo que más contenía esa boca era aquello
que nos era prohibido  o sustraído.
La sonrisa de esa boca era un gesto insurgente.

Todos los besos de la literatura, del cine, del arte,
 de la música, te parecían simples ensayos del gran beso
 que un día te darías con la boca peligrosa de besar,
en aquel tiempo trastornado donde el besar era un acto furtivo.
Allí estaba  la saudade  de futuro de todos los besos.

      QUIRÓN

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