El adjetivo
“peligroso”.
Es un adjetivo que
pone en vilo  a los sustantivos y
desequilibra los verbos.
Y al leerlo, los ojos, claro, se olvidan de la ciencia, 
hacen un acto en la lectura y se quedan con la boca.
 Esa boca
inconfundible. Adolescente  y eterna.
 La primera boca
que de verdad deseaste besar.
 Ese lugar 
que te parecía inaccesible. 
Que merodeabas con la mirada  vagabunda, la que disimula su obsesión.
Estábamos allí, en el instituto, para
aprender.
Y de repente, todo lo que necesitabas
saber estaba en esa boca.
Lo clásico y lo moderno. La ecuación y
el enigma.
El concepto y la cosa en sí.
 La boca peligrosa de besar lo contenía todo. La Historia ,
 Había que saberse esas cosas:
“Contra la pereza, diligencia”. 
¡Qué bien sonaba “diligencia” en la boca
peligrosa de besar!
Parecía una consigna de la Teoría  de la Liberación. 
En realidad, lo que más contenía esa
boca era aquello 
que nos era prohibido  o sustraído.
La sonrisa de esa boca era un gesto
insurgente.
Todos los besos de la literatura, del
cine, del arte,
 de la música, te parecían simples ensayos del
gran beso
 que un día te darías con la boca peligrosa de
besar,
en aquel tiempo trastornado donde el
besar era un acto furtivo.
Allí estaba  la saudade 
de futuro de todos los besos. 
      QUIRÓN

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