domingo, 20 de mayo de 2018

Mujer olvidada





Recuerdo los olores de un patio de Castilla, unos olores que se mezclaban  desde por la mañana, cuando la abuela regaba los geranios, barría el patio, después ponía su comida al fuego.  Todo esto lo  hacía antes de que se levantase el resto de la familia, no le gustaba que la interrumpieran en su trabajo diario.

            Ella, a su manera,  se dividía  las tareas.  También ayudaba en el taller familiar de calzado que  tenían en casa,  siempre pendiente de lo que la dijeran marido e hijos. Se ponía a coser en la máquina, a pespuntear las sandalias que luego terminaban los zapateros. Nunca protestaba por nada, lo veía todo normal, solo miraba que en su casa todo estuviese tranquilo.

            ¿Quién valoraba  todo el  trabajo que hacia  la mujer abuela?

Era tan prudente que la mayoría de los trabajos los hacia sin que la viera nadie. Aun así  ella vivía feliz,  no conocía otra cosa y por la familia, hacia todo lo que hiciese falta, siempre tenía una sonrisa dulce y un andar tranquilo. Parecía que contaba los pasos al recorrer la casa.

Esas costumbres y trabajos  iban pasando a las hijas. Eran trabajos de  casa y considerados para la mujer. Algunas, con mucho esfuerzo y consentimiento familiar, salían de casa a trabajar haciendo dos trabajos a la vez, el de casa, y fuera de ella seguían haciendo trabajos precarios, sin ninguna seguridad social. El sueldo que ganaban lo entregaban en casa para ayudar a la economía familiar.

A veces olvidamos todo ese trabajo de la mujer en tiempos pasados y estamos en algunas ocasiones muy parecidas a ellas. Ahora, para poder trabajar fuera de casa, necesitamos hacer CURSOS DE INTEGRACION, MASTER,  En definitiva, necesitamos la colaboración familiar.

VIRPANA

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