Si
algo nos gusta a los españoles son las fiestas. Estamos esperando todo el año a
que lleguen, sirviéndonos de aliciente para sufrir la monotonía y la rutina del
trabajo, penas y tristezas y metas no alcanzadas. Todo es posible y realizable
durante las fiestas, nos salen nuestros deseos no realizados, las experiencias
no gozadas, dejamos la razón descansar y nos movemos por impulsos y sensaciones
sin censura. Excesos, alegría desbordante, y sexo.
La
alegría es sana, la euforia es placentera, un poco de alcohol nos relaja de
tanta norma social y moral. También nos afloran nuestros instintos animales,
esos que tenemos a buen recaudo, sujetos y apaciguados por nuestra razón,
ética, moral, y conducta social. Los pocos límites que tu cordura aún pone,
desaparecen cuando estás arropado por lo que Félix Rodríguez de la Fuente denominaría “la
manada”.
En
un portal de Pamplona, en plenas fiestas de San Fermín, bajo los efectos del
alcohol o cualquier otra forma de euforia artificial, cinco chicos tuvieron
sesión de sexo con una chica, a la que dejaron tirada en la calle. Se ha
especulado mucho sobre cómo y porqué ocurrió dicho acto. Ha sido denunciado
ante la justicia, se ha escuchado a testigos, peritos, grabaciones y
declaraciones por las dos partes. Tres magistrados han dictado sentencia sobre
este juicio. Dos declaran culpable a “la manada” de abusos sexuales, con su
condena correspondiente. Un tercero pide la absolución para los acusados, por
estimar que fue consentido el acto sexual, “en un ambiente de jolgorio y
regocijo”.
La
ciudadanía de España protesta por esta sentencia, porque entiende que se ha
protegido más a los acusados que a la víctima, estimando que aquello fue una
violación en toda regla. Con lo cual yo estoy completamente de acuerdo y apoyo
el clamor del pueblo.
Todos
tenemos madres, esposas, hijas, hermanas, compañeras, amigas o simplemente
respeto a la mujer como ser humano, igual que al hombre. ¿Los magistrados que
juzgan estos actos, también las tienen?
Rabo de lagartija
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