Dante Alighieri decía: “no se hace el Gobierno para las leyes, sino al
contrario. Todo en la composición de un Estado debería estar al servicio del
ciudadano, incluido el Gobierno, el monarca, o
la mismísima República”.
Aquel, hace una
comparación: “una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil”. El nacionalismo
beligerante se muestra tan delicado a la
hora de caminar de puntillas sobre sus métodos y tan contundente a la hora de
establecer sus raíces y propósitos…
Dice: los sueños del
Che Guevara, no tenían más enemigos que su propia pistola. De igual manera el
estalinismo utilizaba el pasado y el
futuro a su antojo para negar el ahora, es decir, la verdadera responsabilidad
de sus acciones. (Pero eso también lo hace Rajoy desde que gobierna. ¿No?)
La iglesia católica ha
empleado con frecuencia armas similares. Una simetría vertical, las raíces se
hunden en la historia y se duplican a la
inversa, para instalarse en el futuro del limbo al cielo, dejando a la
intemperie el tallo débil del asunto de nuestras vidas.
La doctrina católica
solo promete al ser humano dos inocencias, una es prenatal y la otra post mortem.
Curiosamente ninguna lleva nuestro nombre. Donde unos dicen cielo, otros
patria. Algunos dicen pueblo. Todas estas hermosas expectativas consideran
nuestras necesidades una razón secundaria.
No es de extrañar que la palabra “sacrificio” sea compartida
por las diferentes utopías que en el mundo han sido.
El retroprogresismo es
una creación asombrosa de la nueva
izquierda. Sustituye todos los ritos por ritos paralelos, no cambia el fondo,
sino la forma de todas las condenas. Una vez más, el árbol incrusta sus raíces
pasadas y futuras, el limbo y el cielo y desprecia nuestro verdadero nombre.
Cabe pensar que la izquierda tendrá desarrollo puntual de individuos libres, por eso resulta
desconsolador vernos vestidos de domingo,
imitando torpemente a los fantoches que marcan nuestras ansias de libertad, de
individualidad.
Mientras el retroprogresismo campea a sus anchas por esta
nueva España, condenada a imitar a la caduca burocracia enemiga, poca esperanza
queda para la inteligencia. La
sustitución de ritos cansados por nuevos ritos idénticos, es en el
territorio de las libertades tan inútil como el cambio de decoración en el
obligado territorio de la celda.
QUIRÓN
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