viernes, 3 de marzo de 2017

El ruido del tiempo - Rituales





EL RUIDO DEL TIEMPO 
  
Cuando la cuidad se vacía queda el silencio.
 Cualquier sonido horada el espacio con calidad de símbolo.
 Un tubo de escape atraviesa el aire cual alarido grosero y oxidado.
Va perdiéndose con sonido de huida se va definitivamente
del mito, del mito que llevamos dentro.
A veces nos hace jugar con la idea de cambiar.
 Dejarlo todo atrás, desaparecer como somos, reaparecer siendo otros
En otros lugares del tiempo y el espacio.



RITUALES

Cumplía con el tiempo de los rituales que nos ayudan a entrar en la vida
poco a poco, en lugar de  darnos de mano con ella al principio de cada jornada.
Un sonido persistente molesto pero no trágico, me pisaba los tímpanos.
Me he mirado al espejo, el cepillo de dientes en la mano, el pelo revuelto y mojado el rostro limpio y surcado, las ojeras, las bolsas, manchitas rojas,
manchitas marrones, la sombra del bigote, que no es bello sino
el recuerdo indeleble de los años de adición a la nicotina.
Las dos depresiones que comienzan junto a las aletas de la nariz
y llegan a las comisuras, donde se detienen para dejar sitio
 a dos cortas arrugas que ponen mi boca entre paréntesis,
cada una con su carga de experiencias: Cuando sonrío, la izquierda
se contrae hacia arriba, en impertinente optimismo, la derecha lo hace
hacia abajo, como si quisiera caer como piedra en un mar de distanciamiento.
Entonces he sentido  el taladro dentro de mi cabeza. He sabido que era el ruido del tiempo.
El ruido de un túnel que no deja de abrirse.
Un agujero que no tuvo principio.
 Porque el tiempo no es de nadie, ni puede medirse con relojes.
Quizás es circular, envolvente, fetal,
 el tiempo del que todo precede y al que todo regresa.
Puede ser sólo la forma literaria que adopta para manifestarse,
el misterio de lo que somos.
Cerré los ojos, el ruido desapareció, no era que el taladro hubiera dejado de sonar,
sino que me vi en otro momento de mi vida cuando el tiempo no sonaba.
 Mi rostro liso, una piel sin escribir, una señal de la memoria,
 un mojón fluorescente en la oscuridad…
Recordar prueba que no te disuelves del todo en el remolino impreciso
que crea bajo tus pies el ruido que no puedes conjurar.
 Quizá es para no perdernos por lo que llevamos dentro,
los diferentes retratos de lo que hemos sido hasta hoy.
 Y es el espejo donde nos encontramos al desconocido que los contiene.
Creo que el taladro ha dejado de sonar. Creo.


  QUIRÓN      



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