Me preguntas ¿Por qué no quiero ir al cielo?
Como le contaría al ser Supremo de los creyentes, que mi
movida, en la vida por mi vivida, sólo da para que una vez muerta, se me deje
descansar en paz.
Para ir al cielo, lo primero es creer que existe ese
sitio y yo lo dudo. Perdona pero tú has preguntado. Yo no creo en eso, además
aunque fuera en cabeza ajena, ya estoy bien escarmentada.
La vida ha sido
buena conmigo. Pero ha tenido sus costes. “La doma”
evangélica-fascistoide-paternalista que sufrí desde que nací, me ha privado, en
muchas ocasiones, de descubrir factores de mi existencia que debería haber
descubierto, para no ser a los setenta una tarada físico-sexual al no haberlos
descubierto a tiempo.
¡Porque era
pecado! ¡Dices! He vivido si, ¿pero? ¿Lo hubiera hecho de la misma forma si en lugar de nacer con la
dictadura franquista lo hubiera hecho en los 80, con el florecimiento del
destape, tanto físico como mental? Creo que no.
Mi generación
cargó con el pecado original y seguimos cargando el peso, no sólo sobre las
espaldas en forma de responsabilidad, sino y sobre todo en la psiquis, por no
osar romper la coraza que nos endosaron. Es como si nos hubieran puesto
aquellos candados que pusieron a las hijas del Cid. Únicamente que a nuestra
generación nos la grabaron a fuego en la mente y eso nos limitó a chicas y
chicos.
De ese modo voy
por la vida como Sísifo, cayendo bajo el peso y volviendo a levantarme con él, incapaz de deshacerme de la carga. Esa carga es la
conciencia, y en ella implícita está la responsabilidad que todos deberíamos
tener, pero de la que la mayoría prescinde olímpicamente, para mejor progresar.
En aquella época las virtudes teologales se llevaban a
rajatabla. Ahora lo que se lleva de esa forma, son las virtudes de los
mercaderes, que en general pertenecen a
personalidades Católicas, apostólicas y romanas. O sea, al gran capital, como
factor esencial de la
Mundialización. Que esta no es mi historia, ya sé, pero es la
tuya y la de tu gente, ¿o ya no recuerdas al virtuoso Aarón adorando al becerro
de oro? Bueno vale, déjame seguir.
Tú protesta, pero tus seguidores están la mayoría
implicados en la forma de obtener
ganancias a cualquier precio, en cualquier lugar del mundo, sin contar
mucho con la moral y ni siquiera con la ética. Ellos se han olvidado del pecado
original y a Sísifo, sólo lo recuerdan si han estudiado los Mitos de Grecia. Y
qué decir del remordimiento por los hechos irreparables cometidos. Nada, ni
sufren ni padecen. Sólo mienten y engañan y después se dan golpes de pecho.
Pero eso sí, después de sus fechorías, como son ricos y
famosos, se acercan al Vaticano a ver al Santo Padre e invocando tu nombre en
vano. ¿Que no me pase, dices? Vale, escucha un poco más que ya termino. Es un
hecho que mintieron para lucrarse e hicieron la Guerra contra Irak. Con el
mismo fin cierran las fabricas aquí y las abren en China, claro que los parados
quedan entre nosotros. Bueno, bueno, no te enfades, eran solo dos ejemplos.
No sé, mira, no creo que me quiera sentar a tu derecha:
Porque fue aquella conciencia de personita con responsabilidad desde la más
tierna infancia la que me convirtió, la que me condenó a ser una mujercita
obediente, buena, responsable para todos menos para mí misma. Yo no he contado
y ese es mi mayor pecado. Ahora mi mirada y mi conciencia son críticas con las
injusticias, y siguen recargándose con las acciones de tus adeptos.
En el apostolado de los años 40-50 del siglo XX, no se
admitían mentiras (eso pensaba yo), como las que llevan a cabo seguidores de
tus dictados: que matan inocentes y lo niegan, que defraudan al pueblo que
gobiernan, en pensamiento, palabra y obra, y lo siguen negando. Bueno, bueno,
escucha, no te entiendo, pero todos esos defectos que enumero no tendrían que
ser míos, ¿y encima me amenazas de apostata?
Mira, yo no creo
en tu cielo y sin embargo, soy yo la que cargo con la responsabilidad y
encima no me he comido una rosca. Pero sé que descansaré en la tierra de mis
ancestros, porque es aquí donde está toda la movida.
Mis amores y mis sinsabores.
Mi cielo y mi
infierno
Quirón
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