Ramón se
asomó a la ventana despacio, sin movimientos bruscos que asustaran a los
pájaros. Vio a la pareja de urracas hacendosas entrelazando ramitas con el
pico. Estaban preparando su nido donde poner sus huevos y traer a la vida su
prole. La primavera avisaba con llegar.
Hace
algunos años, Ramón y Laura también buscaban el sitio idóneo donde establecer
su nido. Corrieron barrios, poblaciones y urbanizaciones en su busca. Este es
muy caro. Este tiene mucha cuota de comunidad. Este está con vistas a un patio.
Este está bien, pero vamos a ver más. A partir de ver este último, comparaban
todos los que veían con él. Llegaron a la conclusión que era perfecto para su
proyecto de hogar.
Ramón
paseó por la avenida que daba a sus ventanas y
miró hacia arriba del árbol donde se proponían anidar la pareja de
maricas. Un platanero enorme y en sus ramas más altas se apreciaba ya la forma
de un cesto que se apoyaba en la confluencia de varias ramas. Desde la ventana
también se apreciaba que, junto al cesto, también estaban construyendo una
especie de tejadillo unido al mismo, con la orientación hacia donde normalmente
venían los aires y la lluvia, que daba más solidez y consistencia al nido.
Firmaron
no se cuantas letras y después de más de un año que tardaron en construirla,
por fin, les entregaron las llaves de su nueva vivienda. Fueron a verla con
toda la familia. Las paredes vacías les hicieron soñar con el piso ya
totalmente amueblado, con cortinas, lámparas y muchos electrodomésticos. A los
seis meses, con la cocina, el cuarto de baño y la habitación de matrimonio
amueblados, se casaron.
La
primavera ya se está asentando, los árboles, jardines y toda variedad de
plantas, explotaban en coloridos vivos. El nido estaba a punto de su
estreno. En cuanto se asomaba Ramón o
Laura a la ventana, salían disparados a otros árboles lejanos. Un día, sólo
echó a volar uno de los pájaros. El otro, seguramente la hembra, ya no se
separó del nido en varios días. Había puesto sus huevos y tenían que
incubarlos. Cuando la hembra tenía necesidad de volar a comer o a ejercitarse,
el macho la suplía en su función.
Dieciocho
días antes de la boda, en un avance informativo, Carlos Arias Navarro informó
al país del fin de la dictadura de Franco. Días de luto nacional. Ramón y Laura
temieron que su enlace matrimonial no pudiera tener su fiesta de alegría
desbordante que cualquier boda que se precie tenía que tener. Al final, asumido
que la sombra de Franco no iba a regresar, volvió la vida normal al país.
Ya se
ven los piquitos alzados al cielo cuando uno de los progenitores aterrizaba en
el nido portando comida en el pico que regurgitaba a los recién nacidos.
Pasados unos días, los polluelos se asomaban al borde del nido para saciar su
curiosidad sobre el entorno que los rodeaba. Poco a poco, siempre acompañados
por sus padres, fueron haciendo pinitos con vuelos cortos a las ramas cercanas,
hasta que un día, ya completo el plumaje y la instrucción paterna,
desaparecieron del nido a plantearse una vida libre.
Al fin
libres. El día de la celebración fue largo, banquete, baile, discoteca. Unos
primos de la pareja los llevaron en coche hasta su nuevo hogar sin prisa por
marcharse. Les echaron y, con un frío de espanto y de madrugada, inauguraron el
amor que se habían jurado en la boda.
Rabo de lagartija