Celestino estaba contento porque sus
nietos le iban a llevar ese día a pasar la tarde en Aranjuez, visitando parajes
y sitios donde los Reyes de España descansaban de sus duras y agotadoras
jornadas de trabajo.
Le recogieron en el coche y le
trasladaron a un sitio encantador donde se podía uno trasladar en el tiempo,
donde desde Felipe II, que mandó construir el palacio, ampliado posteriormente
por Felipe IV y los jardines de los alrededores, el de La Isla encajonado entre el río
Tajo y un canal que lo separa de Palacio. Numerosas fuentes, plazuelas, paseos
y hasta un kiosco de pájaros, serenaban el espíritu de reyes y Corte. También
existen actualmente algunas parejas de pavos reales, dignos de contemplar.
Especial atención al Jardín del
Príncipe, llamado así porque lo mandó construir Carlos V cuando todavía era
Príncipe de Asturias. Procedente en origen de una antigua huerta y bordeado por
el río Tajo es una inmensidad de vegetación, árboles de todas clases, paseos
interminables, viveros donde pululan pavos sueltos y diversos patos en los
estanques y fuentes. Algunas sencillas y otras maravillosas como el Estanque
Chinesco, donde existen tres isletas, dos con templetes, uno griego y otro
chinesco y otra con un monolito y un enorme árbol cuyas raíces bordean la isla
buscando la frescura del agua del estanque. Alrededor del estanque hay
plantaciones de bambú, con sus raíces a flor de suelo. También mandó construir
un embarcadero con barcas reales para su solaz y una pequeña construcción
llamada la Casita
del Labrador, donde poder perderse en sus meditaciones.
Existe una tranquilidad y una serenidad
en contemplar y pasear por la frescura que dan árboles centenarios y el sonido
del fluir del caudal del río y de las fuentes, que entiendo que los Reyes se
alejaran del mundanal ruido para así poder reflexionar sobre la mejor manea de
gobernar a un pueblo como el de España.
Un refresco en uno de los paseos de la Villa en el atardecer de un
día espléndido puso colofón a nuestro viaje al pasado. De Vuelta a casa,
rendido de arrastrar tanto los pies por la historia. Esa noche Celestino soñó
que, por un momento, él era el dueño de dichos jardines y palacios, aunque le
vino una extraña pesadilla en la que el pueblo de Aranjuez se amotinó contra
Godoy, propiciando la abdicación de Carlos IV en su hijo Fernando VII, que le
hizo despertarse. No todo en la vida de los reyes eran buenos momentos.
Rabo
de lagartija
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