Había estado mucho tiempo dándole vueltas a aquella
idea, y en ese momento sin saber muy bien por qué decidí llevarlo a cabo. Cogí
el teléfono y con dedos temblorosos marqué su número, sonreí cuando escuché su voz.
Después de charlar un rato quedamos para cenar y pensé
en la tarde que nos conocimos.
Yo había ido a aquella fiesta para conocer gente, para pasar una tarde diferente, miré a
un grupo de gente y ella me miró un momento, estaba hablando y riendo, me
pareció una bonita sonrisa, así que, me acerqué y empezamos a hablar y quedamos
para otra fiestecita de este tipo. Pero no tuve paciencia y la llame a los dos días y quedamos. A partir de ese día
nos habíamos visto casi a diario, últimamente hacíamos planes de fin de semana
y de futuros viajes.
Imaginé lo que diría cuando la viera esa noche.
Cogería sus manos y diría que quería despertar a su
lado cada mañana, que se viniera a vivir conmigo, le diría que el tiempo de
vernos a escondidas ya había pasado y que no debería temer lo que sus padres
podían decirle porque yo estaba con ella.
Cuando la vi subir al coche rápida y sonriéndome, me
pregunté si sería capaz de decir todo lo que había imaginado.
Entonces cogí sus manos, miré sus ojos y empecé a
hablar, porque sabía que ella no daría ese paso. Cuando me callé me besó, sin
importarle si alguien nos veía y me dijo,
-
Claro que quiero, pero cariño ahora empieza lo más difícil,
nuestra vida juntas.
Clave de sol
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