domingo, 7 de abril de 2019

Ráfagas





            Hasta donde alcanza mi memoria, siempre me ha gustado escuchar a las personas mayores contar sus vivencias, tanto las vividas por ellos, como las que les llegaban de otros compañeros de viaje por los senderos de la vida.

            Conocer sus vivencias me aporta el conocimiento de un tiempo vividos por ellos envuelto en palabras, unas veces entre sonrisas, otras en melancolía, al recordar el tiempo  que ya  no volverá.

            Cada mañana veo a un grupo de mayores que se reúnen  a las puertas del gimnasio. Unos días  para hacer gimnasia de mantenimiento, otros  para andar en grupo, porque según les había recomendado el médico les viene muy bien para la salud.

            Entre los componentes sobresale una mujer, a la que todos llaman Alegría, ya  que por su manera de ser el nombre le viene de perlas.

            Alegría tiene 83 años, según dice su DNI, pero viéndola llegar con paso ligero, con su pelo peinado de peluquería, los ojos sombreados y sus labios pintados, hacen pensar a quienes la ven que la edad que dice el documento de identidad no corresponde con ella.

            Cuando ella se aproxima a sus compañeros les da los buenos días con voz cantarina que hace volver todas las miradas hacia ella.

            Cada mañana coincido con el grupo de gimnasia  donde esta ella y aunque no es el mismo que el mío, esto no ha sido ningún inconveniente para intercambiar algunas palabras y sobre todo conocer más de cerca a la mujer de voz cantarina en las primeras horas de la mañana, mientras dura la espera para entrar al gimnasio.
                    
            En un día, allá  en el tiempo, quizás se acerquen a mí para que le cuente historietas, entonces abriré  el libro invisible que guardo en mi mente y les contare en ráfagas las historias que a mí me han contado y las que yo he creado.


I R I S

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