Decía el
Cohelet, hijo de David rey de Israel: “Lo
que ya se hizo, eso es lo que se hará”;
no se hace nada nuevo bajo el sol.
Y lo que hemos
visto desde que perdimos la inocencia es
corrupción, que durante largos años ha campado por sus respetos sin temor a que
una revolución airada de la opinión pública hiciera morder el polvo a los
corruptos: saberlo todo de las tramas de corrupción, no ha impedido que los
partidos de ellas responsables repitieran por
mayoría absoluta en convocatorias electorales.
El arte de recomponerse, hemos aprendido a camuflar con gran
esfuerzo y manteniendo la compostura, incluso las más terribles conmociones que
nos golpean. Somos vulnerables no sólo física, sino también psíquicamente.
Cuando las adversidades nos superan, nos sentimos rotos. Algunos nos rompemos,
por azar, y otros somos nosotros mismos. El filósofo Josep M. Esquirol defiende
que la “memoria y la imaginación” son las mejores armas del resistente. La
creatividad es una poderosa herramienta en la capacidad de concebir
alternativas a la realidad. Pero Joan Didion dice: Cuando soplan malos vientos,
el verdadero amor es el propio. La gente
con esta cualidad “es dura, tiene algo así como agallas morales, hace gala de
eso que antes se llamaba carácter” y el logro de una vida plena pasa además,
por librarse de las expectativas ajenas
y dejar atrás la compulsión de agradar.
No hay recomposición ni resurgimiento sin paciencia.
El Kiutsugi:
solo hay una forma de superación que empieza con superarse a sí mismo. La
receta es sencilla: tenemos que absorberlo todo pacientemente en nuestro
interior y crecer: rotos y nuevos, únicos irreemplazables, en permanente
cambio, pero con carácter.
Quirón
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