Se puede ser
dueño de un coche. Se puede ser propietario de una moto, hasta de una casa, de
un palacio. Hasta ahí, todo bien. Pero… ¿y de ti mismo?, ¿no eres dueño de ti?
Parece que no
somos nada, que no tenemos derecho a decidir por nuestra propia voluntad, que hay que estar a
la voluntad de los demás y hacer lo que ellos te obligan. Pero, ¿ellos lo hacen
y acatan las leyes? Esta es la palabra que se escucha en los corrillos hoy en
día, como consecuencia de la
EUTANASIA de una persona que, después de treinta y un años ya
no pudo más.
El tema no es
fácil para nadie, es muy complejo y por lo tanto hay que valorarlo con calma y
sensatez, desde las personas que conozcan los casos en profundidad, que cada
caso puede ser diferente, y en cada caso tomar una medida distinta, pero que sí
se pueda llevar a efecto cuando se compruebe el estado de cada persona. Porque
cada cual pensamos de una manera y no en todos los casos acertamos. Por eso es
necesario que haya una regulación profunda para decidir qué es lo más acertado
en cada caso, y valorar todos los puntos, tanto de la vida como el sufrimiento
de cada persona.
Es muy posible
que quien esté sufriendo la enfermedad sea el que más desee acabar con el
sufrimiento. Pero quizá hay que valorar si la medicina puede curar o no la
enfermedad, y decidir lo mas acertado y tener en cuenta la opinión de todos los
afectados por el caso.
Trotamundos
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