lunes, 20 de mayo de 2019

Palabras vivas





            Las palabras tienen vida propia. Y por eso mismo son tan versátiles: subversivas, invasivas, repudiadas como “Amor”, sometidas, mutiladas, cargadas de arengas... “Hay que custodiar la libertad de las palabras” en todos los terrenos.

            Y sintiendo que esto es así. Me fui por el túnel de un poema de  abrazar a Izet Sarajli. Estaba en el cementerio, bajo la lluvia, al lado de la tumba de su esposa, muerta justo al terminar la guerra” ¡Cuánto me gusta empaparme junto a ti!”

Se habían amado como nunca durante el sitió de Sarajevo, el más largo de los asedios. 4 años en vilo (1992- 1996), 12.000 muertos y más de 50.000 heridos. Izet, fallecido en 2002, era antes de la guerra  un célebre poeta bosnio, el más traducido.  Lo extraordinario de Izet, y de gente como Izet, es que custodiaron la libertad de las palabras, la posibilidad de la aventura, en el imperio de la destrucción. Izet le llevó la contraria a la guerra de otra forma.

Frente al tableteo de las armas, él tecleaba muchas veces, como una provocación histórica, la repudiada palabra “amor”. Ante un incesante bombardeo nocturno, va y escribe: “Una noche ésta inconscientemente te preguntas /cuántas noches de amor te quedan”/. Caen las granadas y una de ellas está a punto de alcanzar el poema: “Ha sido lanzada desde el Mekovici/ donde antes de la guerra/cogía margaritas/ con la mujer que amo”.

Terminada la Guerra Mundial, el filosofo Judío-alemán Víctor Klemperer, un superviviente, tuvo un encuentro casual con una mujer berlinesa, no hebrea, que le contó que había estado en prisión durante el nazismo. “¿Por qué estuvo usted en la cárcel?”. Y ella contestó: “Pues por ciertas palabras”. Esa respuesta sencilla y genial, empujó a Klemperer a escribir una obra en verdad imprescindible. La LTI, La lengua del Tercer Reich. Es la historia mejor contada de la mutilación de las palabras para imponer un “orden” criminal.

Cuando el poder abusivo somete al lenguaje, (y es sometido en cada momento y lugar), cuando contagia todo de arenga desaparece  lo que Esther Cohen denomina “la posibilidad de aventura”. Ese es el meollo. En la literatura y en la vida.

Hay una poesía de Antonio Machado tan estremecedora que resume todo el horror de una guerra, esa en la que podemos sentir a través del tiempo un bombardeo sobre la población civil y el peor destrozo:

            LA MUERTE DEL NIÑO HERIDO, allí donde dice así :
 
  /“Invisible avión moscardonea. /
¿Duermes, oh dulce flor de sangre mía?  /   El cristal del balcón repiquetea, 
/ ¡Oh, fría, fría, fría, fría, fría!” /.

Así es la gente del turno de noche en el corazón del mundo.


Quirón

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