No
sé qué me pasa contigo, en serio no lo sé. Parece que jugamos al escondite. Sí,
ríete, pero es cómo me siento cuando quiero localizarte después de terminar el
programa de lavado de la lavadora. No sé cómo te las ingenias para enrollarte
entre la ropa. Cuando por fin te rescato del envoltorio donde te has metido me
encamino hacia el tendedero y, una vez allí, voy con sumo cuidado tendiendo las
prendas en él. Cuando llega tu turno, te sujeto fuertemente a la cuerda con la
pinza para que no te precipites al fondo del patio.
Pasado
un tiempo me dispongo a recoger la ropa, una vez comprobado que está seca.
Seguidamente, me pongo a doblar la ropa y cuando casi
había terminado de ordenarla, compruebo con sorpresa que tú no estás entre
ella.
Ya
empieza el juego, pienso. Y empieza la búsqueda. Compruebo el interior del
tambor de la lavadora. Me asomo al patio por si te he dejado en el tendedero o
te has caído, pero no estás entre los descoloridos restos olvidados en alguna
cuerda. Agotados todos los lugares donde te podría encontrar, al no hallarte,
decidí abandonar tu búsqueda.
Después
de colocar las prendas en su correspondiente departamento, me dispuse a guardar
el cesto y la bolsa de las pinzas, y cuál no sería mi sorpresa, cuando al ir a
cerrar la bolsa descubrí, atrapado entre las pinzas al desaparecido calcetín.
I R I S
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