jueves, 7 de diciembre de 2017

Proyecto hogar





         Por las noches sacudíamos el polvo de nuestro calzado, cansado de patear nuevas viviendas a la búsqueda de la que mejor cumpliera nuestros sueños y que estuviera acorde con nuestra economía. Acabamos mezclando las bonanzas de unas y de otras y eliminando las que no cumplían ninguna de nuestras expectativas.  Fuimos cerrando el cerco y al final. Nos decidimos por la que iba a ser nuestro nido.

         Paredes vacías, casquillos sin luces, cocina y baño con algunos elementos y toda la imaginación para vestir nuestro nuevo piso. Con unos pocos ahorros compramos los muebles y elementos imprescindibles para hacer habitables los 80 m2 en los que pensábamos pasar el resto de nuestras vidas. Nacieron nuestros hijos y, poco a poco, fuimos llenando de vida todos los espacios en los que aún faltaba bagaje para darles utilidad.

         Pasados unos años, nuestros vástagos se hicieron adolescentes y, un día maravilloso nos dimos cuenta que la nómina la recibíamos en su totalidad. Habíamos pagado la hipoteca. Ya podíamos decir con orgullo que era nuestra casa. Renovamos elementos que, con el paso del tiempo necesitaban ser reemplazados y empezamos a llenar de comodidades nuestros espacios favoritos. Adornaban cortinajes, lámparas, cuadros y demás ornamentación que personalizaba nuestra casa, a diferencia de otras.

         Los chicos buscaron otros nidos a los que darles su toque personal, y dejaron de ser habitantes de hecho, que no de derecho, de esos 80 m2 que habíamos transformado con el paso de los años. Aunque seguimos llamando a algunas habitaciones el cuarto de los niños, nos repartimos su disfrute y sus armarios entre los dos que quedamos. Su ausencia cohabitó con nosotros un tiempo y, al final, nos acostumbramos a vivir sin ellos en casa.

         Últimamente, cerramos su puerta por un tiempo en el que viajamos, tomamos vacaciones ó simplemente pasamos el día fuera, cuando regresamos y abrimos la puerta, miramos su interior con la alegría de que por fin aquella vivienda, piso o casa, se ha convertido en nuestro acogedor hogar, forjado por esfuerzos, alegrías, penas y ausencias y donde, actualmente, somos visitados y acogemos a hijos, nietos, familiares y amigos y cada día nos sentimos más a gusto y confortables.

         Somos conscientes que muchas personas, por los motivos que la vida los depare, sufren el desahucio de sus cuatro paredes después de haber creado un hogar entre ellas con recuerdos de toda una vida, sembrando la desesperación en sus corazones bajo la frialdad implacable de la justicia de los hombres.

Rabo de lagartija

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