Despertar un día después de pasar una noche tranquila, de un sueño
profundo y reparador, me lleva a desayunar mis tostadas y mi café calentito.
Otro día que tienes que pensar que
hacer, quedarte en casa o salir a la calle a dar un paseo, donde puedo ver cómo están las aceras, por si
este frío ha levantado el pavimento por donde camino. No se si Paula tendrá abierto
el kiosco de periódicos, hace tanto frío que quizás lo abra más tarde, seguro
que la pereza la puede en estos días de frío
.
Si salgo, seguro que me saludará Juan, mi vecino.
Ese sí se levanta pronto y baja todas las mañanas al Ayuntamiento, a
coger los periódicos gratuitos diarios que dejan los repartidores. Está
jubilado y dice que se ahorra ese gasto. “Aunque al final”, todos dicen lo mismo.
Después de muchas dudas, me quedo en
casa. Hago como Paula, la pereza me ha dominado y tendré mañana de sofá. Buscaré buen ángulo visual
para contemplar desde la ventana lo que tengo
a mi alrededor. Mis ojos, de alguna manera se abren a la claridad de la
calle y empiezo a ver cosas que hasta
hoy pasaban desapercibidas. Contemplo una chimenea de la casa de al lado y veo cómo salen filamentos de humo, seguro que salen de una
estufa que calentará la casa para cuando
vengan los niños del colegio.
¡Ay!, también veo a Carmen, está
regando las plantas de su terraza. No recordaba bien cuando llegaba del viaje por el Mediterráneo. ¡Bueno!, ya la
saludaré y que me cuente su experiencia. Volveremos a nuestras tertulias en la
cafetería y, por supuesto, a tomarnos nuestro cafetito.
Oigo la algarabía de un ir y venir de
madres y me digo: “Ya las tengo un buen rato debajo de mi casa contándose las
notas de sus niños. Seguro que todos son muy estudiosos”.
Al
final, la mañana me ha ido dando energía y me doy cuenta que todo lo que me ha
pasado en una mañana, es digno de escribirlo.
VIRPANA.
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