viernes, 10 de febrero de 2017

La literatura en mi vida






        Para mí no ha habido un libro o una poesía únicos. Han sido más bien, momentos excelsos,  al leer libros o escuchar poesía, pero ha habido a lo largo de mi vida, tantos libros,  tan variados los que fueron capaces, de transportar a mí espíritu hacia confines insólitos, volando libre, alto y ligero.

Cómo contestar cual es el que más me gusta, si casi todos me enseñaron algo. No. no  sabría contestar, pero si empezamos por los clásicos: Homero, Virgilio, Cervantes, Rojas, los Románticos, pasando por la generación del 98, siguiendo  por la del 27, acercándonos a la  de años 50-60, buscando entre los hispano-hablantes y hallándoles tan mágicos, pues llegamos a nuestros días y cumpliendo con la mayoría, me quedo: Almudena Grandes, Javier Marías, la inefable Maruja Torres. O quizás  Bernardo Exaga, en su modestia, solo quiera recordarnos historias, pero a mí OBABACOAK, me pareció única y muy especial. Consiguió ponerle “ambiente” a la hora de contar sus historias. Eso es lo que llega a nosotros, la originalidad, lo atractivo que nos resulte leerle y lo que nos hace sentir.
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En cuanto a escribir,  se escribe para jugar, ¿por qué no?, la palabra es el juguete, el más serio, el más fatuo, el más caritativo de los juguetes de adulta que he podido encontrar  Las palabras no son de nadie, son de quién las sabe usar. Quienes aún somos aprendices tenemos que saber buscar en los maestros del lenguaje, que son los grandes escritores, el mejor modo de usarlas, es decir, el modelo. Y así aprender a jugar con ellas, y domesticarlas.

 Hay unos que lo aprenden en las clases de lenguaje o en los cursos o talleres de escritura, en las universidades y otros, por su cuenta, de un modo autodidacta, fijándose en aquellos autores favoritos que un día eligieron  como maestros. Pero unos y otros lo hacen leyendo y escribiendo, que son los dos únicos modos de acceder al lenguaje literario para expresar vivencias, sueños o sentimientos.

Don Juan Manuel no recreaba sus obras, porque estas eran didácticas, se utilizaban para enseñar, por medio de las consejas, y solían terminar con una moraleja.

El infante parte de la base de la poca cultura que en su tiempo tenía  la nobleza. Precisaban consejeros para resolver sus conflictos o contratiempos. En el texto tres, el conde le pide consejo sobre un problema  que tiene  a Petronio, su consejero y para contestarle Petronio, le cuenta una historia como ejemplo, que acredita su consejo. Y así con el ejemplo, el Conde comprende que su modo de proceder debe de identificarse con el cuento  expuesto por Petronio, de ese modo saldrá de su apuro, sin que le engañen.

Andersen, es un escritor  de época posterior a la de Don Juan Manuel y supongo que la técnica, formas y costumbres, habían variado bastante, por lo que el danés Andersen, cuenta directamente sus cuentos, sin intermediarios, ni consejos. Su forma de expresarse es fácil y sencilla, se apoya en su prosa para su fin literario que es, entretener, divertir y asombrar a los menores de cada casa, a ese público tan exigente, que son los niños. Pero también, los cuentos de Andersen llevan implícitas sus moralejas.

Quirón
                                    


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