Para mí no ha habido un libro o una poesía
únicos. Han sido más bien, momentos excelsos,
al leer libros o escuchar poesía, pero ha habido a lo largo de mi vida,
tantos libros, tan variados los que fueron
capaces, de transportar a mí espíritu hacia confines insólitos, volando libre,
alto y ligero.
Cómo contestar cual
es el que más me gusta, si casi todos me enseñaron algo. No. no sabría contestar, pero si empezamos por los
clásicos: Homero, Virgilio, Cervantes, Rojas, los Románticos, pasando por la
generación del 98, siguiendo por la del
27, acercándonos a la de años 50-60,
buscando entre los hispano-hablantes y hallándoles tan mágicos, pues llegamos a
nuestros días y cumpliendo con la mayoría, me quedo: Almudena Grandes, Javier
Marías, la inefable Maruja Torres. O quizás
Bernardo Exaga, en su modestia, solo quiera recordarnos historias, pero
a mí OBABACOAK, me pareció única y muy especial. Consiguió ponerle “ambiente” a
la hora de contar sus historias. Eso es lo que llega a nosotros, la
originalidad, lo atractivo que nos resulte leerle y lo que nos hace sentir.
.
En cuanto a
escribir, se escribe para jugar, ¿por
qué no?, la palabra es el juguete, el más serio, el más fatuo, el más
caritativo de los juguetes de adulta que he podido encontrar Las palabras no son de nadie, son de quién las
sabe usar. Quienes aún somos aprendices tenemos que saber buscar en los
maestros del lenguaje, que son los grandes escritores, el mejor modo de
usarlas, es decir, el modelo. Y así aprender a jugar con ellas, y
domesticarlas.
Hay unos que lo aprenden en las clases de
lenguaje o en los cursos o talleres de escritura, en las universidades y otros,
por su cuenta, de un modo autodidacta, fijándose en aquellos autores favoritos
que un día eligieron como maestros. Pero
unos y otros lo hacen leyendo y escribiendo, que son los dos únicos modos de
acceder al lenguaje literario para expresar vivencias, sueños o sentimientos.
Don Juan Manuel no recreaba sus
obras, porque estas eran didácticas, se utilizaban para enseñar, por medio de
las consejas, y solían terminar con una moraleja.
El infante parte de
la base de la poca cultura que en su tiempo tenía la nobleza. Precisaban consejeros para
resolver sus conflictos o contratiempos. En el texto tres, el conde le pide
consejo sobre un problema que tiene a Petronio, su consejero y para contestarle
Petronio, le cuenta una historia como ejemplo, que acredita su consejo. Y así
con el ejemplo, el Conde comprende que su modo de proceder debe de
identificarse con el cuento expuesto por
Petronio, de ese modo saldrá de su apuro, sin que le engañen.
Andersen, es un
escritor de época posterior a la de Don
Juan Manuel y supongo que la técnica, formas y costumbres, habían variado
bastante, por lo que el danés Andersen, cuenta directamente sus cuentos, sin
intermediarios, ni consejos. Su forma de expresarse es fácil y sencilla, se
apoya en su prosa para su fin literario que es, entretener, divertir y asombrar
a los menores de cada casa, a ese público tan exigente, que son los niños. Pero
también, los cuentos de Andersen llevan implícitas sus moralejas.
Quirón
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