La mansión se divisaba al
final del camino. Cuando los visitantes llegaron a ella, quedaron prendados
de la gran escalinata que conducía hacia
al interior de la misma.
El
coche se detuvo junto a la entrada y de él descendió un hombre seguido de dos
jóvenes. Después de sacar el equipaje del maletero, se encaminaron hacia la puerta que separaba
el jardín de la entrada principal de la casa.
La
llegada de los nuevos moradores de la vivienda no pasó desapercibida a los
habitantes del pueblo, y quisieron conocer a los recién llegados, esperando que,
como los anteriores dueños, les volvieran a dar trabajo en la finca.
Pasados
unos días los habitantes del lugar recibieron una invitación para asistir a la
recepción que daría el nuevo inquilino para conocer a sus vecinos.
El
día señalado todos los vecinos del pueblo acudieron a la cita. Una vez que
todos estaban reunidos, el dueño de la casa les comunicó que, debido a los
grandes terrenos que rodeaban la finca, debían cultivarse y para ello
necesitaba labradores para trabajar sus campos.
Los
trabajos comenzaron rápidamente y la tierra empezó a dar sus frutos. Tanto el
dueño como los jornaleros se mostraban
satisfechos. La armonía reinaba en la zona, hasta que un día se vio rota por la
misteriosa desaparición de la hija del
jardinero.
La
joven ayudaba a su padre en el jardín de la casa. El hijo mayor del dueño
espiaba todos sus pasos tratando de sorprenderla. En varias ocasiones le había
declarado sus intenciones, pero la joven le rechazaba una y otra vez.
El
jardinero llamó a la puerta, cuando esta se abrió se encontró frente al joven a
quien preguntó si sabía dónde estaba su hija, pues estaba enterado del interés
que mostraba por ella, pero este negó conocer su paradero y de un portazo le
cerró la puerta.
El
tiempo transcurría y a la desaparición de la joven siguió la del padre. Todos en el pueblo pensaron que
se había ido en su búsqueda.
Una
noche cuando todos en la mansión dormían,
un estremecedor llanto mezclado con suplicas desgarradoras los despertó
de su sueño. El padre salto de la cama, saliendo de la habitación para ver de
donde procedía las suplicas de auxilio. Sus ojos quedaron
petrificados ante la visión que se ofrecía ante ellos.
Por
el largo pasillo que conducía hacia el sótano, su hijo era arrastrado por una
figura cuyo cuerpo flotaba en el aire con
luz grisácea rompiendo la oscuridad reinante. De pronto la imagen se
detuvo y sin soltar al joven lo introdujo en una habitación al fondo del pasadizo.
El padre seguía la escena sin poder acercarse para rescatar a su hijo, una
fuerza extraña lo mantenía a distancia al tiempo que reconoció en aquella
figura al jardinero.
De
pronto el cortejo se detuvo junto a la puerta por donde salía un resplandor
iluminando a la mujer que yacía en el lecho. Ella se incorporó al ver quien
llegaba, una sonrisa se dibujó en su rostro, después se encaminó hacia el
joven, su cuerpo desprendía una extraña luz. Cuando llegó hasta él, extendió
sus brazos sumiéndole en un abrazo. Poco a poco las dos figuras quedaron
envueltas con una luz grisácea, que se fue apagando dejando los dos cuerpos
inertes sobre el suelo.
A la
mañana siguiente, muy temprano, un coche esperaba a la entrada de la casa. De
ella salió un hombre abatido que, junto a su hijo menor, abandonaban aquel
lugar. Cuando el coche se alejaba miró por el espejo retrovisor a lo que dejaba
atrás. Entre las paredes de aquella casa su hijo permanecería atrapado para
siempre en un abrazo
IRIS
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