Un
ligero escozor hizo que María fijara su mirada en el punto de donde éste
procedía, viendo a la mosca posada en su tobillo, quien con su picadura la había sacado de la contemplación
de la llegada de las olas de espuma blanca, rompiendo suavemente sobre la arena
de la playa.
Por
unos instantes, María se quedó mirando a la mosca al tiempo que hacía un
movimiento con la mano, esperando que el insecto viéndose descubierto se
alejara. Pero la mosca, lejos de abandonar lo que estaba haciendo, continuó
clavando su patas sobre la piel. La mujer viendo que la mosca seguía sin hacer caso a su advertencia, decidió
poner fin a los picotazos que esta le propinaba, lanzándole un manotazo,
haciéndola caer al suelo. La mosca a
pesar del golpe recibido seguía
revoloteando torpemente hasta caer al suelo.
Cuando María acercó la mano para ver si
todavía vivía, esta levantó el vuelo hasta una pequeña elevación formada en la
arena y tras posarse en ella permaneció por un tiempo, haciendo movimientos con
las patas y las alas.
¿Cómo
había sobrevivido la mosca al manotazo
que ella le había lanzado?, se preguntaba, mientras seguía contemplando a la mosca en la tarea de
reconstruir su dañado cuerpo.
El
tiempo transcurría y viendo que el insecto continuaba sin cambiar de actitud,
se dispuso a volver a disfrutar del paisaje que tenía enfrente.
El
color del cielo daba tonalidad a las aguas del mar y juntos se confundían en el
horizonte, mientras las olas seguían llegando a la playa, dejando su espuma
blanca.
Cuando
María volvió a mirar el lugar donde la mosca se había refugiado, ésta había desaparecido, pero al instante la
divisó de nuevo revoloteando a su alrededor. Mientras la contemplaba en su ir y venir no dejaba de pensar cómo había conseguido
recuperarse de sus heridas.
La mosca cojera volvía de nuevo a buscar un
descuido para lanzar su picotazo.
I R I S
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