Lucia despertó con mucha ilusión, se vistió con esmero
eligiendo con cuidado la ropa y escogió unos zapatos con un poco de tacón que
no se ponía habitualmente, previsora fue a coger una cajita de tiritas, para
llevar en el bolso, pero no había, recordó que se le habían acabado la semana
anterior cuando cogió la última para una
uña rota. Compraría en una farmacia de
camino al restaurante.
Había quedado para comer y pasar el día con una de sus
mejores amigas de la infancia y juventud. Hacía un tiempo que se habían
distanciado, pues después de terminar la universidad cada una tomó caminos diferentes. Al principio se llamaban
a menudo, luego sólo por Navidad y poco más y desde hacía unos años no sabía
nada de ella.
El azar quiso que se encontraran casualmente en una
tienda, Lucía entraba y su amiga salía con mucha prisa, hablaron muy poco y
quedaron para comer y por fin había
llegado el día.
Fue andando al restaurante y los zapatos empezaron a
molestarle.
Se saludaron con entusiasmo y cariño, sinceramente y en
cuanto se pusieron a comer fue como si nunca hubieron estado separadas.
Lucía no olvidaría ese día fácilmente, pues además de
haber recuperado a su amiga llevaba una buena herida en los pies.
Clave de Sol
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