El estío se huele en el ambiente, aunque aún estamos
en primavera. Las estaciones del año, contenidas entre unas fechas, no
coinciden con el clima que la
Naturaleza decide enviarnos. Hay muchos factores que
intervienen en los cambios climáticos, muchos de ellos alterados por la mano
del ser humano.
El hombre, a pesar de haber salido de
la prehistoria hace muchos años, no ha perdido su espíritu trashumante, en
busca de los climas más suaves, sobre todo en el verano. Prepara los enseres
necesarios y viaja hasta sus lugares favoritos.
En mi pueblo se pasa mucho calor. Tiene
un clima continental y no hay sombras suficientes para resguardar a todos. Lo
bueno es que tu cónyuge tenga reminiscencias en un pueblo con un paraje
serrano, con abundancia de arboledas y un aire aliviado del calor y donde por
las noches se duerme arropado con una manta fina.
La vida es tranquila, sosegada, donde
puedes dar grandes paseos bajo techos de arboledas, donde corre una brisa que
refresca tu piel. Hay fuentes donde refrescarse, parques para solaz de niños y
mayores. El saludo es obligatorio a toda persona que se cruce en tu camino. La
mayoría de los correveidiles, bulos y leyendas, los escuchas en el bar. Las
ansias de cultura te las quitas en el Centro Cultural Municipal.
Qué decir de esas horas muertas después
de comer, cuando la calor aprieta y te acomodas en tu sillón favorito, en el
salón que aún conserva una pared de piedra de 80 cm . de grosor, que repele
la furia del sol. Un buen libro y la cabeza bien apoyada en el respaldo, te
trasladan a la mitad de la tarde, Quedas con conocidos, familiares o amigos
para juntarte a charlar y tomar un refresco. Cenas y, con el sol ya
ocultándose, sales a la calle a pasear por el sendero del colesterol. Eso sí,
no se te olvide una chaquetita o un jersey, porque empieza a bajar una brisita
de la sierra, que te deja el cuerpo como un reloj. En el camino vas tropezando
con zarzas a las que saludas y, sin darte cuenta, te tiras un buen rato
charlando. La última parada, en la plaza. Los bancos de piedra aún conservan un
poco de calor. Se abre el debate en el que se intenta poner solución a
cualquier cosa. En la conversación intentan intervenir los gorjeos de los
pájaros que pernoctan en las ramas de los árboles de la plaza.
Es hora de descansar. Cada mochuelo a
su olivo. Mañana será otro día. El trino de los pájaros, el ruido de los
obreros municipales que pulen y sacan brillo a la plaza y alrededores, el
camión de la basura, el vendedor ambulante que por el megáfono de su camión te
ofrece su mercancía, los niños de la guardería alborozados. Todas estas
emociones te van despertando suavemente. Arriba, un buen desayuno nos espera y
una nueva aventura que nos deparará el día. Buscar nidos de pájaros, caminar
entre el arroyo, el ganado pastando en los prados, la montaña sugerente para
que te atrevas y subas a explorarla, una riña de gatos. Cuando volvemos a los
pastos del invierno, cómo echamos de menos estas aventuras. Qué largo se hace
la espera de un nuevo estío.
Rabo
de lagartija.
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