sábado, 27 de mayo de 2017

Ya se huele el verano.





            El estío se huele en el ambiente, aunque aún estamos en primavera. Las estaciones del año, contenidas entre unas fechas, no coinciden con el clima que la Naturaleza decide enviarnos. Hay muchos factores que intervienen en los cambios climáticos, muchos de ellos alterados por la mano del ser humano.

         El hombre, a pesar de haber salido de la prehistoria hace muchos años, no ha perdido su espíritu trashumante, en busca de los climas más suaves, sobre todo en el verano. Prepara los enseres necesarios y viaja hasta sus lugares favoritos.

         En mi pueblo se pasa mucho calor. Tiene un clima continental y no hay sombras suficientes para resguardar a todos. Lo bueno es que tu cónyuge tenga reminiscencias en un pueblo con un paraje serrano, con abundancia de arboledas y un aire aliviado del calor y donde por las noches se duerme arropado con una manta fina.

         La vida es tranquila, sosegada, donde puedes dar grandes paseos bajo techos de arboledas, donde corre una brisa que refresca tu piel. Hay fuentes donde refrescarse, parques para solaz de niños y mayores. El saludo es obligatorio a toda persona que se cruce en tu camino. La mayoría de los correveidiles, bulos y leyendas, los escuchas en el bar. Las ansias de cultura te las quitas en el Centro Cultural Municipal.

         Qué decir de esas horas muertas después de comer, cuando la calor aprieta y te acomodas en tu sillón favorito, en el salón que aún conserva una pared de piedra de 80 cm. de grosor, que repele la furia del sol. Un buen libro y la cabeza bien apoyada en el respaldo, te trasladan a la mitad de la tarde, Quedas con conocidos, familiares o amigos para juntarte a charlar y tomar un refresco. Cenas y, con el sol ya ocultándose, sales a la calle a pasear por el sendero del colesterol. Eso sí, no se te olvide una chaquetita o un jersey, porque empieza a bajar una brisita de la sierra, que te deja el cuerpo como un reloj. En el camino vas tropezando con zarzas a las que saludas y, sin darte cuenta, te tiras un buen rato charlando. La última parada, en la plaza. Los bancos de piedra aún conservan un poco de calor. Se abre el debate en el que se intenta poner solución a cualquier cosa. En la conversación intentan intervenir los gorjeos de los pájaros que pernoctan en las ramas de los árboles de la plaza.

         Es hora de descansar. Cada mochuelo a su olivo. Mañana será otro día. El trino de los pájaros, el ruido de los obreros municipales que pulen y sacan brillo a la plaza y alrededores, el camión de la basura, el vendedor ambulante que por el megáfono de su camión te ofrece su mercancía, los niños de la guardería alborozados. Todas estas emociones te van despertando suavemente. Arriba, un buen desayuno nos espera y una nueva aventura que nos deparará el día. Buscar nidos de pájaros, caminar entre el arroyo, el ganado pastando en los prados, la montaña sugerente para que te atrevas y subas a explorarla, una riña de gatos. Cuando volvemos a los pastos del invierno, cómo echamos de menos estas aventuras. Qué largo se hace la espera de un nuevo estío.


Rabo de lagartija.

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