Llevaba días
observando la pequeña mancha que se adivinaba en el techo del cuarto de baño,
justo alrededor de la bajada general. Parece que se iba secando. Pudiera ser
que coincidiera con los días que llovía. La vigilaría y, en caso de persistir
la humedad, daría cuenta a la comunidad de vecinos para que el seguro lo
mirase.
Por fin le
habían hecho las radiografías a Laura y el lunes teníamos cita con el
traumatólogo para que diagnosticase de donde le provenían los dolores de la
rodilla. Hace tres meses, el médico de cabecera le dio cita para el
especialista y, aunque las autoridades sanitarias aseguran, por activa y por
pasiva, que no existen listas de espera médicas, no había un hueco antes de esta
fecha. Le diagnosticó artrosis aguda y la pusieron en la lista de espera
quirúrgica, para ponerle una prótesis completa de rodilla.
Como estamos
en verano y no llueve, nos fuimos a quitarnos el calor al pueblo, a la espera
de observar a la vuelta del verano si la gotera persistía. Volvimos y parece
que se secaba más. Puede haber sido una cosa puntual y no repetirse. Ya
veríamos que hacíamos con la pintura del techo.
A Laura la
llamaron al poco de incluirla en lista de espera para que, si quería, en otros
hospitales de la comunidad la podrían operar en un mes y así evitar la espera
en el hospital que nos correspondía. Sopesamos lo que habíamos oído de vecinos
y amigos y llegamos a la conclusión de que no sabíamos como ni quien iba a
efectuar la operación, la distancia de nuestro domicilio para ir todos los días
al hospital, cómo se iba a realizar la rehabilitación diaria, con ambulancia o
taxis hasta su recuperación. Si podríamos pedirla en nuestro hospital o, al no
ser operada en el mismo no nos correspondía. Dijimos que no, que esperábamos a
que nos tocase en el nuestro.
Las lluvias
tardan este otoño. Alguna pequeña tormenta ha producido una pequeña humedad en
la que ya existía y se volvía a secar, dejando distintos cercos amarillos en el
techo. Lo comentamos al presidente, que subió hasta el tejado y no encontró
ninguna anomalía en el mismo, y que esperáramos a que lloviera bien para
observarlo. El seguro, si no hay humedad no abre el techo.
Hemos ido al
hospital para hacer las pruebas del anestesista para la operación. Análisis,
radiografía de tórax, electrocardiograma. Esto nos anima, es signo de que
pronto la llamarán para operarse. Preguntamos cuanto duran esas pruebas y nos
dice que seis meses. Se nos baja el
ánimo.
Estamos en
febrero y por fin llueve. Se llama al seguro, vienen, agujerean el techo y,
¡ahí está la gota, al borde el tubo de bajada! Hay que ver el piso de arriba.
Los vecinos no están. Volverá el perito otro día. Pasan las semanas y no se
ponen de acuerdo seguro y vecino del piso de arriba. Hemos tapado el agujero
del techo con unas bolsas para que no nos caiga suciedad o bichos al ducharnos.
Ya llevamos
siete meses esperando y, un jueves nos llaman al móvil para indicarnos que el
domingo tiene que ingresar Laura para operarla el lunes. Todo eran preparaciones,
acopio de comidas fáciles para que yo las pueda preparar o calentar. Compramos
un neceser grande para la estancia en el hospital. Llega el día, se hacen
eternas las horas hasta que la suben a la habitación. La operación había sido
satisfactoria y, aunque la rehabilitación era algo dolorosa, quedaría
perfectamente de esa rodilla.
El seguro ya
había abierto la bajada del vecino de arriba, habían encontrado la avería y nos
había tapado el roto de escayola. Mañana vendría el pintor y quedaría como si
nunca hubiera existido ninguna gotera.
Laura se
recupera perfectamente de su pierna. En una revisión rutinaria han visto que la
otra rodilla también está para operar y la ponen en lista de espera. Yo miro
todos los días el techo del baño, por si acaso.
Rabo de lagartija