La
vista borrosa y dubitativa, los pasos debilitados y la mente confusa, se unían
a la merma de la fuerza interior y el conjunto del cuerpo no respondía a los
impulsos que una mente clara desarrolla en sus momentos cabales. De pronto,
como por encanto, apareció ella, la fuente. ¿Y qué tenía de extraño la fuente?
Tenía todo, tenía vida. Porque al beber el agua fresca y natural, se fue
eliminando la mancha borrosa que mis ojos tenían por delante. La lucidez de mi
mente se fue restableciendo. Cada toma de agua era un soplo de vida. Las
piernas, antes temblorosas, recuperaron elasticidad y fortaleza, y el cuerpo
todo en sí, recobró vida con el agua de la fuente.
Trotamundos
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