El
notario procedió a la lectura de las últimas voluntades del finado, exponiendo
primero el reparto de los bienes materiales entre sus herederos. Una vez
concluidos estos, expuso a los presentes que, además, había acumulado a lo largo
de su vida unos bienes inmateriales que también legaba a sus seres queridos, en
forma de decálogo, con la indicación de que fueran mantenidos y, si fuera
posible, mejorados:
1) El respeto a todas las
personas, sean de la clase, condición, raza, religión, ideología o cultura que
sean.
2)
El amor a la Naturaleza , que nos
satisface todas nuestras necesidades materiales, a la que no debemos dañar ni
exigir más de lo que nos da, ni agotar sus bienes para beneficios particulares.
3) Los buenos sentimientos
que nos aportan felicidad, tanto propia como ajena y que nutren el
entendimiento, el bienestar y el amor entre los seres humanos.
4)
La aportación con nuestro
esfuerzo físico y mental al mantenimiento de la sociedad, en todas sus facetas,
(familiar, educativa, sanitaria, legislativa, solidaria, empresarial,
industrial y humana), siempre buscando el beneficio para todos.
5) El deseo natural de
adquirir nuevos conocimientos, que ayuden tanto a nuestro desarrollo individual
como colectivo.
6) La capacidad de amar a
otra persona con la que quieres compartir el resto de tu vida, renovando todos
los días ese amor y con la que pasas del yo al nosotros.
7) La capacidad de saber
sujetar nuestros instintos e impulsos más irracionales y utilizar nuestra razón
para la convivencia con el resto de la humanidad.
8) Sentirse y ser agradecido
con todo lo que nos aportan los demás, ya que sin ellos, no seríamos nada ni
nadie.
9) Tratar de realizar todos
nuestros proyectos de vida que tiendan a la felicidad individual y común,
aprendiendo de los errores para mejorarlos.
10) La aceptación de que
nuestro recorrido por esta vida es efímero y que tenemos que llegar al final
con la tarea bien hecha, si es posible, con alegría por poder vivirla,
aceptando el deterioro físico y mental que ello conlleva y sin perder la
ilusión de ver a nuestra prole que sigue nuestras huellas.
Una vez terminada la
exposición de los bienes legados, el notario preguntó a todos los presentes si
aceptaban la herencia del finado o renunciaban a ella. Nadie quiso quedar
excluido de una herencia tan universal.
Rabo de lagartija
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