lunes, 28 de marzo de 2016

Extraño viaje




            Comenzaba a aclarar el día cuando María salió a la calle. Miró al cielo y vio como éste cambiaba las brumas de la noche por las luces del nuevo día y una ráfaga  de aire fresco acarició sus mejillas, haciéndole sentir alivio al alejarse de aquel lugar. Atrás quedaba la gran sala donde sus ocupantes aguardaban pacientemente a ser nombrados por  megafonía, para pasar al departamento donde dejarían en pequeños tubos de cristal parte de sí mismos. Por las puertas entreabiertas de las cabinas se podía ver sobre la mesa cómo el interior de los pequeños tubos de cristal se teñían de rojo contrastando con las blancas paredes de la sala de espera.

            Después de mirar por última vez aquel lugar, se encaminó rápidamente hasta la parada del autobús que la llevaría de regreso a casa. Ya en la parada, tuvo que esperar unos minutos hasta que éste llegó. Hacia frío,  lo que la  obligó a subirse el cuello de la chaqueta para contrarrestar el escalofrió que recorrió su cuerpo.

            Cuando llegó el autobús subió a él y, tras abonar el billete,  tomó asiento junto a la ventanilla. Por unos instantes se entretuvo en observar todo cuanto la rodeaba  y  a los pasajeros, que como ella, viajaban en él,  y  pudo ver como algunos de ellos todavía llevaban restos de sueño en sus ojos. Seguidamente dejo a un lado lo que la rodeaba, para entregarse a sus pensamientos. De pronto, un movimiento brusco la hizo volver a la realidad. Miró a la parte delantera del vehículo y vio como éste se saltaba el semáforo en rojo. Después fijó la mirada en el conductor y pudo ver como éste iba inclinado, abrazado al volante, de manera que formaban un solo cuerpo. El hombre al tiempo   giraba la cabeza de un lado a otro, su rostro reflejaba impaciencia y sus ojos se ensombrecían con la mirada perdida.

            Todo lo que se apreciaba a su alrededor fue el detonante para que los personajes invisibles que la acompañaban entraran en acción, cambiando el escenario. El autobús se convirtió en un carruaje arrastrado por veloces caballos negros y el conductor en un cochero con una gran joroba, cubierta con una capa negra y su mano alzaba un látigo que dejaba caer sobre los animales, para que estos fueran más rápidos hacia un destino, que sólo él conocía y un manto de noche negra cubrió a los pasajeros.

            De pronto, el sonido del timbre de solicitud de parada rompió el hilo de su fantasía, haciendo desaparecer su extraña aventura. Miró de nuevo al conductor, este ya no tenía joroba, pero sus brazos seguían amarrados al volante

            Cuando llegó a la parada donde debía bajarse lo hizo rápidamente para no ser atrapada por las puertas que dejaban salir de muy mala gana a los viajeros que abandonaban el autobús.

                                                                   
    I R I S

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