lunes, 28 de marzo de 2016

La flora y la vida




Me encantan  los árboles y también los parques,
sin ellos la vida es difícil,
y… digo yo, los parques para que son,
para que se han hecho y con que fin,
se les da el uso adecuado y se respetan,
los parques son para unos pocos nada más,
o… por el contrario son para todos.

Ayer pasé por un parque, si era un parque
pero no lo parecía, las latas de refrescos era
su mayor visitante, así como los cartones de bebidas,
las cajetillas de tabaco vacías y bolsas de plástico
descansaban por todas partes que mirases,
los excrementos de los animales era la parte
más importante en todo el parque, y el caso
es que los animalitos necesitan el parque,
pero, y… si no hubiera parques, ¿donde llevaríamos
a los animalitos?, ¿los tendríamos siempre en casa?

Los parques son de todos, y todos debemos tener
respeto por los demás, y los que no tienen un
comportamiento adecuado deben ser sancionados,
a nadie nos gusta retirar la basura de otros y,… si por
casualidad se pagaran impuestos por los animales
funcionarían mejor las cosas, estarían más limpias las calles,
tendríamos animales si pagáramos una cuota por ellos.
Esto es solo una manera de ver las cosas, que de otra,
se podría decir, de ver la basura en las calles.

Trotamundos

Cosas que dicen los libros





Según Francisco Giner, “solo lo inútil es necesario”.
Ortega escribía sobre sus viajes por Castilla con Baroja.
Aseveraba “en la superior belleza del paisaje castellano de la Meseta
y añadía “no son verdes sin duda pero en cambió un panorama de coral
y oro, de violeta y de plata cristalina se extendía como una
sabana interminable ante los entrecerrados ojos incapaces
de recorrer semejante inmensidad.

Contaba,  que los fisiólogos sabían muy bien
que los colores amarillo y rojo aumentan de un modo
automático nuestras pulsaciones y que su número crece
tanto más, cuanto más extensa sea la superficie
de tonos calientes extendida ante nosotros.
Y se aventuraba a describirlo.

“Aquí los campos rojos ponen las pulsaciones al galope”.
Es un mundo para la pupila, un mundo irreal y aéreo que,
como las ciudades fingidas por las nubes crepusculares,
parece en cada instante expuesto a borrarse, desaparecer,
o absorberse en la nada.
Castilla, sentida como irrealidad visual es una
de las cosas más bellas del universo.

(Que cosas tan bonitas decía Ortega)
Decía de Baroja: que había  hecho de su obra una especie de asilo nocturno. Donde únicamente se encuentran vagabundos.
Entre toda suerte de hombres.
Baroja- añadía Ortega, se queda solo con los de condición inquieta y despegada, que  no echan raíces ni en la tierra, ni en un oficio,
sino que iban rodando de pueblo en pueblo.

Decía que en la España de aquel entonces, apenas si existían
La vida solía  ser monótona y estable en la que cada cual
entra en el carril de su oficio rígido
y atrozmente preestablecido y suele seguir hasta la muerte.
Pero esto no solo es lo que ve Baroja,
sino también todo lo contrario.
Ve criaturas errabundas e indóciles decididas
a no disolver sus instintos en las formas convencionales
de la vida que la sociedad ofrece o impone.
Estas vidas, que son prácticamente fracasos y derrumbamientos,
son moral y sentimentalmente victorias y gestos de ascensión.
Al menos para el gusto de Baroja, de Ortega, y del mío.


El que “triunfa en la sociedad sirve”, la eficacia es un valor positivo,
pero no el único ni el más estimado.
”Merced a la eficacia hemos  desalojado del mundo todo lo exquisito”
¡qué le vamos a hacer! Son socialmente ineficaces.
Mirado desde sus resultados, la vida vagabunda
e inadaptada es una cualidad negativa, pero mírese en ella
el movimiento interior del espíritu indócil, inquieto, arisco.
Que no admite que le metan en vereda.


Quirón

Extraño viaje




            Comenzaba a aclarar el día cuando María salió a la calle. Miró al cielo y vio como éste cambiaba las brumas de la noche por las luces del nuevo día y una ráfaga  de aire fresco acarició sus mejillas, haciéndole sentir alivio al alejarse de aquel lugar. Atrás quedaba la gran sala donde sus ocupantes aguardaban pacientemente a ser nombrados por  megafonía, para pasar al departamento donde dejarían en pequeños tubos de cristal parte de sí mismos. Por las puertas entreabiertas de las cabinas se podía ver sobre la mesa cómo el interior de los pequeños tubos de cristal se teñían de rojo contrastando con las blancas paredes de la sala de espera.

            Después de mirar por última vez aquel lugar, se encaminó rápidamente hasta la parada del autobús que la llevaría de regreso a casa. Ya en la parada, tuvo que esperar unos minutos hasta que éste llegó. Hacia frío,  lo que la  obligó a subirse el cuello de la chaqueta para contrarrestar el escalofrió que recorrió su cuerpo.

            Cuando llegó el autobús subió a él y, tras abonar el billete,  tomó asiento junto a la ventanilla. Por unos instantes se entretuvo en observar todo cuanto la rodeaba  y  a los pasajeros, que como ella, viajaban en él,  y  pudo ver como algunos de ellos todavía llevaban restos de sueño en sus ojos. Seguidamente dejo a un lado lo que la rodeaba, para entregarse a sus pensamientos. De pronto, un movimiento brusco la hizo volver a la realidad. Miró a la parte delantera del vehículo y vio como éste se saltaba el semáforo en rojo. Después fijó la mirada en el conductor y pudo ver como éste iba inclinado, abrazado al volante, de manera que formaban un solo cuerpo. El hombre al tiempo   giraba la cabeza de un lado a otro, su rostro reflejaba impaciencia y sus ojos se ensombrecían con la mirada perdida.

            Todo lo que se apreciaba a su alrededor fue el detonante para que los personajes invisibles que la acompañaban entraran en acción, cambiando el escenario. El autobús se convirtió en un carruaje arrastrado por veloces caballos negros y el conductor en un cochero con una gran joroba, cubierta con una capa negra y su mano alzaba un látigo que dejaba caer sobre los animales, para que estos fueran más rápidos hacia un destino, que sólo él conocía y un manto de noche negra cubrió a los pasajeros.

            De pronto, el sonido del timbre de solicitud de parada rompió el hilo de su fantasía, haciendo desaparecer su extraña aventura. Miró de nuevo al conductor, este ya no tenía joroba, pero sus brazos seguían amarrados al volante

            Cuando llegó a la parada donde debía bajarse lo hizo rápidamente para no ser atrapada por las puertas que dejaban salir de muy mala gana a los viajeros que abandonaban el autobús.

                                                                   
    I R I S

miércoles, 2 de marzo de 2016

Para ti, Alejandra





         Hemos tenido la suerte de conocer a una mujer menuda y sencilla, con arraigos muy fuertes de su tierra de nacimiento y con ansias de aprender todo lo que la cultura pudiera darle.

         Su mano atrevida trazaba signos en el papel, donde iba volcando todo lo que su gran corazón sentía por las cosas más cotidianas, recuerdos de niñez y experiencias y avatares que la vida le había deparado, y tenía la magia de construir unos versos con sabor de pueblo y naturaleza viva, a la par de análisis directos, con su gracia innata para expresar sentimientos y cualidades del ser humano. Sus versos tenían sonrisas para nuestros oídos, eran limpios de dobleces y no manchaban la pureza de las personas. No eran rimbombantes porque no lo necesitaban.

Crítica desde el respeto, plasmaba todo lo que los responsables del orden urbano y social no estaban haciendo bien. Con su prosa coherente les regañaba como una madre regaña a un hijo, con vehemencia envuelta en el cariño.

Su trato alegre, su espiritualidad, sus costumbres y tradiciones arraigadas, y ese puntito chistoso que le brotaba sin maldad alguna, hicieron que se espantaran nuestras dudas y resquemores a abrirle nuestros corazones.

La tierra la llamó con la jubilación y, junto con su marido, escogió pasar los últimos años en su querido pueblo, que tan buenos recuerdos le traían. Rodeada y querida por los suyos, poco a poco se fue despidiendo, con dolor contenido, de sus posesiones terrenales, y aferrada a todo lo bueno que ha disfrutado en esta vida efímera, se ha marchado dejándonos el regalo de haberla conocido.

Rabo de lagartija

Memorias de Azinohaga





Sobre mí piel navegan barcas y soy también las barcas,
y el cielo que las  cubre, y los altos chopos que,
vigorosamente se deslizan sobre la película  luminosa de los  ojos.

Me nadan peces en la sangre y oscilan entre dos aguas,
como las llamadas imprecisas de la memoria.
Siento la fuerza de los brazos y la vara que los prolonga.
hasta el fondo del río y de mí. Baja como un lento
y firme pulsar del corazón.

Ahora el cielo está más cerca y muda de color.
Es todo él verde y sonoro porque,  de rama en rama,
despierta el canto de las aves (...).

Hoy, en tres palmos, enterraré mí vara hasta la piedra viva.
Será el gran silenció primordial, cuando las manos se junten a las manos.
Después lo sabré todo.                
No se sabe todo, nunca se sabe todo.

Son palabras  de un anciano inteligente y culto,
que divagaba sobre el pueblo en que nació,
y la casa de la abuela que lo cobijo de niño y de adolescente.
Encuentra  que cuando  era niño, el pueblo era distinto y mejor.
La memoria tiene esas exquisiteces.
“El paisaje  es un estado del alma “, decía él.
¡Qué manera de fabular!            


Quirón

primavera





                El final del invierno se aproxima. Los días se alargan. Las noches se acortan. Los árboles desnudos muestran en sus ramas los brotes de las nuevas hojas. La tierra se cubre de un manto verde y las flores silvestres se asoman tímidamente, esperando que la energía que desprende el sol, caliente sus finísimos tallos para dar paso a los pétalos, llenando de colorido los campos al tiempo que se mezclaran con los olores de la nueva primavera.

             Cuando llegan los primeros brotes de calor, en nuestras plazas y calles se puede ver pequeños grupos de personas mayores, que buscan un resguardo donde tomar el sol y poder hablar,  hasta donde alcanza su memoria. Si te acercas a ellos te harán participe de sus recuerdos. Te hablaran de su pueblo y de cómo tuvieron que partir en busca de un futuro mejor. Observarás como sus ojos se iluminan al recordar sus amores mozos,  y una sombra de tristeza asoma a ellos al recordar a los seres queridos perdidos en el camino.

            Cuando llega la hora de volver a casa lo hacen sin mirar el reloj, si algo dominan bien es el paso del tiempo. Se despiden con un hasta mañana. Sus pasos se vuelven lentos hasta su casa. Los hay a quienes solo les espera la soledad y viven con el deseo de reunirse al día siguiente con  los que, como ellos, buscan un recodo donde recordar y pasar el tiempo al calor donde calentar sus viejos huesos.

 I R I S

Quisiera encontrar





Quisiera encontrar la calle de la paz,
la plaza donde nacen amistades,
el paseo que esté sembrado de sonrisas,
la avenida donde llegan  los saludos de verdad,
una escalinata sembrada de alegrías,
esa travesía encantada de bondades,
ese recoveco que recuerde horas de amor,
y aquel banco de momentos imborrables,
y la estatua vigilante en el ocaso.

Quisiera ver las rosas dando besos,
los claveles aromando las ventanas,
los jardines con aromas de colores,
y los ríos apagando malos humos,
y las fuentes regando amistades,
esperar que el sol alumbre la bondad,
que la luna de la paz en toda aldea,
y una estrella que guíe ante la duda.


Trotamundos